Jesucristo: El camino del sufrimiento hacia la cruz | Personajes Bíblicos

Jesucristo: El camino del sufrimiento hacia la cruz | Personajes Bíblicos

La traición comienza en la mesa

Reflexionar sobre la Cena del Señor es apropiado en cualquier momento del año. Al hacerlo, viajamos con Jesús al huerto de Getsemaní, donde compartió la última cena con sus discípulos. En ese momento íntimo, Judas Iscariote mojaba el pan y Satanás entró en él, como relatan los evangelios de Juan y Lucas. Judas ya tenía el corazón inclinado al mal, y este acto marcó el inicio de la traición.

La oración que cambia todo

Jesús, conociendo lo que venía, salió como de costumbre al monte de los Olivos para orar. A pesar de que se acercaba el momento más difícil de su vida, no se separó del Padre. Pidió a sus discípulos que oraran para no caer en tentación, y luego se apartó para estar a solas, se arrodilló y mostró su necesidad humana de consuelo. Esta escena es un poderoso ejemplo de humildad, reverencia y dependencia total de Dios.

Aceptando la voluntad del Padre

En su oración, Jesús expresó con honestidad su deseo de evitar el sufrimiento: “Padre, si quieres, aparta de mí esta copa, pero no se haga mi voluntad sino la tuya”. Aceptó la voluntad divina y nos enseñó cómo debemos someternos a Dios incluso cuando no entendemos el propósito del sufrimiento. Un ángel del cielo vino a fortalecerlo, lo que muestra que aunque Dios no siempre nos quita la prueba, sí nos sostiene en medio de ella.

La agonía del Salvador

La intensidad de la agonía de Jesús fue tal que su sudor se convirtió en gotas de sangre. Fue una lucha interior profunda. Mientras tanto, sus discípulos, dominados por la tristeza, se durmieron. A pesar de estar cerca de Jesús, mostraron su fragilidad humana. Él, sin embargo, continuó cuidándolos y enseñándoles, sabiendo que lo abandonarían. Esta escena anticipa la debilidad que muchos tendrán en los tiempos finales cuando venga la persecución. Hoy más que nunca, debemos pedir al Señor que nos fortalezca para no negarle cuando llegue la prueba.

La traición con un beso

La entrega de Jesús comienza con la traición de Judas, uno de los doce, que lo arresta con un beso, símbolo de afecto que en este caso se convierte en emblema de traición. Jesús, herido por el acto, reacciona con verdad y con una pregunta que denuncia pero también invita a la conciencia. Todo esto forma parte del cumplimiento profético de su misión por la humanidad.

La espada y la compasión

Los discípulos esperaban una resistencia armada. Pedro incluso usó la espada, pero Jesús no vino a responder con violencia. En su lugar, mostró compasión y sanó la oreja del siervo del sumo sacerdote, un acto que revela su poder y su amor incluso hacia quienes venían a arrestarlo. Esa experiencia pudo haber transformado la vida del siervo Malco, aunque no se vuelva a mencionar en las Escrituras. Así actúa el Señor: con amor incondicional que cambia vidas.

La hora de las tinieblas

Jesús, al ser arrestado en secreto y sin testigos, denunció la hipocresía de los líderes religiosos, y declaró que había llegado la hora de las tinieblas, permitida por Dios para cumplir su plan. En medio de todo esto, Pedro, que había prometido seguir a Jesús hasta la muerte, comenzó a seguirlo de lejos. Lleno de miedo, negó a Jesús tres veces, cumpliendo la profecía. La mirada de Jesús hacia Pedro no fue de condena, sino de amor. Fue esa mirada la que quebrantó el corazón de Pedro y lo llevó al arrepentimiento. Ese llanto amargo marcó un antes y un después en su vida.

Golpes, burlas y silencio

Mientras tanto, Jesús era golpeado, burlado y torturado. Los soldados se mofaban de su condición de profeta, cumpliendo así lo dicho por Isaías: que sería despreciado y humillado. A pesar de todo, Jesús permanecía firme, sabiendo que cada paso formaba parte del plan redentor.

Ante Pilato: el inocente acusado

Ante el concilio, Jesús no negó su identidad. Respondió con verdad, sabiendo que no le creerían. Cuando lo llevaron ante Pilato, los líderes religiosos tergiversaron sus palabras y lo acusaron falsamente. Pilato, tras interrogarlo, declaró que no hallaba delito alguno en él. Aun así, la presión de las multitudes, influenciadas por el miedo y el orgullo, terminó condenando al inocente. Jesús, en su silencio, mostró integridad, obediencia y dignidad ante la injusticia.

El amor que prevalece

Aunque en ese momento las tinieblas parecían triunfar, el juicio y la crucifixión de Jesús no fueron el final. Eran parte del plan eterno de Dios, que culminaría en la resurrección. Esta esperanza es lo que nos sostiene: saber que, a pesar del dolor, el sufrimiento y la traición, el amor de Dios prevalece, y que el Hijo del Hombre resucitó para darnos vida eterna.

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