Pablo: Más bienaventurado es dar que recibir
Introducción al Mensaje de Pablo
El apóstol Pablo, al despedirse de los ancianos de Efeso en Hechos 20:35, dejó un mensaje que resuena profundamente en el corazón de la fe cristiana: «más bienaventurado es dar que recibir». Estas palabras de Jesús, citadas por Pablo, reflejan la esencia del evangelio y nos llaman a vivir una vida generosa, centrada en los demás, en contraposición a la tendencia humana de acumular riquezas y buscar comodidad personal.
Dar libera el corazón del egoísmo y nos conecta con la comunidad y con el hermano. Al compartir nuestras bendiciones con los demás, experimentamos una unión genuina con el cuerpo de Cristo y comprendemos el valor de ayudar a quien lo necesite.
El Ejemplo de Jesús en el Dar
Jesús mismo enfatizó la importancia de ayudar a los necesitados. Al dar, nos liberamos del aislamiento y participamos en la dinámica del reino de Dios, donde el amor y la generosidad son la norma por excelencia. Dar nos transforma y nos hace más semejantes a Cristo, quien, siendo Dios, se despojó de sus privilegios para tomar la forma de siervo y entregar su vida por nosotros. Este acto es el núcleo del evangelio y un modelo para nuestra vida cotidiana.
Pablo exhorta: «Sed imitadores de mí, como yo soy imitador de Cristo», lo que implica adoptar la actitud de generosidad que tuvo Jesús. Al dar, reflejamos el carácter de Cristo y participamos activamente en su misión de amor y servicio.
La Práctica del Dar en la Vida Cristiana
Para todo cristiano, dar no es solo un acto ocasional, sino una práctica que moldea la fe. Nos desafía a confiar en la provisión de Dios, nos ayuda a crecer en humildad y gratitud, y nos recuerda que todo lo que poseemos proviene de Él. Dar es también un acto de adoración; como enseña Pablo en Romanos 12:1, debemos presentar nuestro cuerpo como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, incluyendo nuestro tiempo, talentos y recursos.
Cuando damos con un corazón alegre, declaramos que Dios es digno de todo lo que somos y tenemos. Esto nos ayuda a reconocer que somos administradores de sus bendiciones, y que la generosidad no se limita únicamente a lo material.
Adoración y Generosidad
La adoración genuina nos lleva a experimentar la alegría de participar en la obra de Dios. Al dar, recibimos mucho más de lo que podemos imaginar, tal como enseñó Jesús en Mateo 16:25. Este principio no solo aplica a nuestra relación con Dios, sino también en nuestras relaciones con los demás: al perdonar, somos perdonados; al dar, experimentamos la abundancia de la gracia divina.
Una vida generosa fortalece los lazos de amor y confianza dentro de la comunidad cristiana. Bendecir a los hermanos permite reflejar el amor de Dios y dar testimonio de su bondad en todas nuestras acciones.
Vivir una Vida Generosa
Vivir bajo el principio de que es mejor dar que recibir requiere evaluar nuestras prioridades y utilizar el tiempo, los recursos y la energía de manera intencional. Buscar oportunidades para servir a los demás y participar en ministerios o iniciativas comunitarias es fundamental.
La generosidad no está condicionada a grandes recursos; los actos más significativos son a menudo los más simples: ofrecer un vaso de agua, dedicar tiempo a escuchar a alguien o brindar palabras de ánimo. Pedir a Dios que transforme nuestro corazón y lo haga más generoso es esencial para vivir conforme a su voluntad.
Dar nos invita a experimentar la vida abundante que Jesús prometió. Al dar, nos liberamos del egoísmo y entramos en una adoración profunda, siguiendo el ejemplo de Cristo, quien enseñó que el dar es el camino hacia la verdadera alegría.
Conclusión: El Llamado a Dar
Debemos seguir el ejemplo de Jesús y vivir con un corazón dispuesto y una fe centrada en Él. En verdad, es mejor dar que recibir. Dar con generosidad y dedicación a Dios permite que Él nos muestre cómo podemos ser un canal de bendición para los demás, tal como Pablo nos enseñó citando las palabras de Jesús.
