Conocer a Dios: Más que una Religión, una Relación Viva // Hernan Brown
Hay momentos que marcan la historia para siempre. Uno de ellos es la Semana Santa: no como una tradición más en el calendario, sino como el recordatorio del acto de amor más grande de todos los tiempos. Jesucristo entregó su vida voluntariamente para darnos acceso a algo que jamás podríamos alcanzar por nuestros propios medios: la redención, la comunión con Dios, y una vida transformada.
¿Qué significa verdaderamente “conocer a Dios”?
Muchos asisten a la iglesia por costumbre, otros por necesidad, y algunos porque alguien los invitó. Pero hay una diferencia profunda entre asistir y conocer. No conoceremos a Dios solo por cantar canciones o escuchar predicaciones. Le conoceremos si nos sumergimos en Su Palabra y le permitimos hablarnos, transformarnos, y dirigir nuestros pasos. Como decía Hernán: “Si yo digo que amo a alguien y cada vez estoy más lejos, ¿qué significa eso?”.
Jesús no vino a fundar una religión
La cruz no fue un accidente, fue un propósito. Jesús vino a redimirnos del pecado (1 Juan 1:7), a demostrarnos el amor del Padre (Juan 3:16), a cumplir Su voluntad (Hebreos 10:9), a darnos vida eterna (Juan 11:25), a vencer las tinieblas (Colosenses 2:15) y a quitar el pecado del mundo (Juan 1:29).
No se trata de rituales ni normas humanas. Se trata de una relación viva con un Dios que sigue hablando, sigue obrando, y que no está en una tumba, sino que ha resucitado.
¿Por qué buscamos entre los muertos al que vive?
Esta fue la pregunta de los ángeles a las mujeres que visitaron el sepulcro vacío (Lucas 24). Hoy también muchos buscan respuestas en la religión vacía, en la tradición, o en los placeres de este mundo. Pero el Cristo resucitado no está en el pasado, está vivo, presente, y disponible para ser conocido de forma personal.
No basta con creer de lejos
Dos hombres fueron crucificados junto a Jesús. Uno se burló. El otro creyó, y Jesús le prometió: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43). Ambos estuvieron en la misma situación, pero solo uno respondió con fe. Esa misma decisión nos toca hoy: ¿creer o ignorar?
Muchos quieren las bendiciones de Dios, pero sin dar el paso de fe, sin entregar completamente sus vidas. Pero Jesús no vino para hacernos la vida más cómoda, sino para darnos una nueva vida.
Conocer a Cristo cambia todo
Hernán lo decía con sinceridad: conocer a Jesús fue lo más hermoso que le pudo haber pasado. No era solo dejar un mal estilo de vida, sino encontrar sentido, propósito y dirección. La relación con Dios no nace de la obligación, sino del amor y la fe.
Como dijo Jesús a María en la tumba de Lázaro: “Si crees, verás la gloria de Dios” (Juan 11:40). Ese es el llamado de esta enseñanza: creer. Pero no creer de forma superficial, sino con fe que transforma, con confianza que se entrega.
¿Dónde estás hoy?
Tal vez estás leyendo esto desde una vida quebrada, una rutina vacía o una fe apagada. Quizás aún no conoces a Jesús, o te alejaste. Hoy es tiempo de volver. No busques entre los muertos al que vive. Jesús está vivo, y quiere una relación contigo.
Y si lo conoces, recuerda: no hay mérito que ganar, ni culpa que esconder. Todo fue pagado en la cruz. Nuestra respuesta es vivir para Él, servirle, amarle y perseverar.
Oración final:
Señor, abre mis ojos para verte. Ablanda mi corazón para que tu Palabra eche raíz. Dame fe para creer, valor para seguirte, y humildad para rendirme a ti. Gracias por amarme como soy y por darme una nueva oportunidad cada día. En el nombre de Jesús. Amén.