Crecer en la gracia y el conocimiento

Crecer en la gracia y el conocimiento de Jesucristo

Una necesidad espiritual urgente

Según 2 Pedro 3:18, se nos llama a crecer “en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”. Esta no es una sugerencia ligera, sino una guía celestial para evitar el naufragio espiritual. El crecimiento espiritual es esencial para vivir con propósito y protegernos del error y la ruina del alma.

Peligros incluso dentro de la verdad

Aunque la Palabra de Dios es santa y perfecta, nuestros corazones corruptos pueden encontrar peligro incluso allí. Podemos hallar veneno donde hay flores celestiales si no discernimos correctamente. Necesitamos de la sombra de las alas de Dios aun cuando estemos junto al altar, para no caer en la heterodoxia ni en la arrogancia del saber sin amor.

Vivir para la gloria de Dios

El crecimiento espiritual debe llevarnos a vivir para dar gloria a Dios. Todo conocimiento, todo estudio de las Escrituras, toda experiencia de gracia tiene un objetivo superior: que nuestras vidas bendigan a Dios ahora y hasta el día de la eternidad. Nuestra alma debe anhelar esto sobre todas las cosas.

Un remedio para todo el año

El texto de Pedro no solo es una exhortación, sino también un remedio para el alma. En un mundo lleno de inestabilidad espiritual, crecer en gracia y conocimiento de Jesucristo nos da dirección, salud y propósito cada día del año.

Fe, amor y esperanza

Crecer en la gracia implica crecer en fe —una fe que deja de temblar y se vuelve firme, como la de Abraham. También significa crecer en amor hacia Dios y hacia los demás, un amor expresado en cada pensamiento, palabra y acto. La esperanza también debe crecer, llevando al creyente a saborear la gloria venidera mientras aún vive en la tierra.

Humildad, consagración y contentamiento

El alma que crece aprende a considerarse “menos que el más pequeño de todos los santos”, y proclama que vivir es Cristo y morir es ganancia. La humildad auténtica es fruto del crecimiento real.

Semejanza a Cristo

El objetivo es que nuestras vidas sean tan transformadas que incluso nuestros enemigos reconozcan que hemos estado con Jesús. Debemos crecer en virtud, utilidad y alabanza, siendo reflejos vivientes de su carácter.

Imágenes del crecimiento espiritual

El creyente es como un árbol plantado por la mano del Señor. Las raíces deben ir profundo, más allá de la superficie, hacia la roca sólida de la verdad. Así se obtiene savia rica para resistir la tormenta y producir fruto abundante.

Como un niño

El crecimiento espiritual también es como el de un niño: lento, firme, alimentado con leche pura. Poco a poco, las extremidades tambaleantes de la fe se fortalecen hasta alcanzar la madurez de un varón perfecto en Cristo Jesús.

El peligro de no crecer

No avanzar en la gracia es signo de enfermedad espiritual. Un creyente que no crece es como un niño que no se desarrolla o un árbol que no da fruto. Puede ser también un indicio de muerte espiritual. La única senda hacia la nobleza y felicidad verdadera es el crecimiento constante en la gracia.

Conocimiento profundo de Jesucristo

Conocer más a Cristo es una fuente inagotable de vida. Estudiar su naturaleza divina, su muerte, resurrección, intercesión y venida gloriosa nos capacita para servir con fervor. Su carácter perfecto —león y cordero, fuerza y mansedumbre— debe ser nuestro estudio constante.

Amor creciente por Cristo

El alma que ha probado el amor de Cristo anhela más. Su presencia es el cielo mismo, y mientras más cerca estamos de Él, más celestial se vuelve nuestra existencia. Cristo es un manantial eterno de amor que jamás se agota.

Conocerle como Señor y Salvador

Cristo debe reinar sobre cada pensamiento, palabra y acto. Debemos conocerlo no solo como Salvador del pecado, sino como Señor soberano de toda nuestra vida. Que el conocimiento de Él transforme cuerpo, alma y espíritu.

Oración y gloria eterna

El deseo de todo creyente debe ser crecer en gracia y conocimiento. Y con cada avance, la gloria debe ser dada a Dios, ahora y por siempre. Jesucristo es el Rey de reyes, Señor de señores, quien ha vencido la muerte y redimido a su pueblo con su sangre preciosa.

El «Amén» de los redimidos

El “Amén” es el deseo del corazón, una afirmación de fe, una expresión de gozo y una resolución solemne. El creyente dice «Amén» porque desea ardientemente la gloria de Cristo, cree firmemente en sus promesas, se alegra en su nombre, y se compromete a vivir para Él.

Glorificando a Cristo ahora

No debemos esperar para darle gloria. Ya somos hijos de Dios, redimidos y justificados. A Él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Su cruz, su resurrección, su trono y su nombre son dignos de alabanza perpetua.

Cristo, nuestro trofeo eterno

Las glorias de este mundo palidecen ante las de Cristo. Sus trofeos no son medallas ni columnas, sino corazones transformados, lágrimas secadas y almas redimidas. Esa será su gloria por siempre: nosotros, los suyos, eternamente suyos.

Conclusión: Vivir para glorificar a Cristo

Cada día, cada talento, cada respiro debe usarse para glorificar a Dios. La oración es que vivamos con ese propósito: crecer en gracia, conocer más a Cristo y vivir para su gloria, ahora y siempre. A Él sea gloria. Amén.

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