El Pentecostés y el Nuevo Pacto

El Pentecostés y el Nuevo Pacto

En esta charla bíblica profunda y reveladora, Miguel Díez y Ramón Ubillos analizan la fiesta de Pentecostés (Shavuot) desde su origen en el judaísmo hasta su cumplimiento profético en el Nuevo Testamento. Lo que comenzó como la celebración de la entrega de la Torá, se transforma en el día del derramamiento del Espíritu Santo sobre la Iglesia.

La Ley: Don divino pero condenatorio

Shavuot, explicaron, conmemora la entrega de la Ley al pueblo de Israel. Aunque es un regalo de sabiduría divina, la Ley también trae maldición porque juzga y condena al que la desobedece. Miguel señala que la Ley «es buena», pero que si no se cumple, «trae consecuencias». Recordaron la escena del monte Gerizim y el monte Ebal (Deuteronomio 28), donde se proclaman bendiciones y maldiciones según la obediencia a la Torá.

“La ley mata, la ley avisa: como la hagas, morirás”.

El Antiguo y el Nuevo Pentecostés: Contraste de pactos

El Pentecostés del Antiguo Pacto, marcado por la entrega de la Torá y la muerte de 3.000 personas, contrasta radicalmente con el del Nuevo Pacto, donde el Espíritu Santo es derramado sobre los discípulos y 3.000 son salvos. Jesús es quien cumple y supera la Ley, abriendo el camino de la gracia. El Espíritu no solo revela la Palabra, sino que da poder para vivirla.

“El Espíritu edifica… el nuevo pacto nos da la gracia para superar la maldición de la ley”.

Jesús: único cumplidor de la Ley y dador del Espíritu

Solo Jesús pudo cumplir completamente la Ley. Por ello, él es el único que puede darnos la gracia para superar nuestra impotencia humana. Su muerte y resurrección rasgaron el velo del templo, abriendo el acceso a la presencia de Dios para todos. La justificación ya no es por obras, sino por la fe en el sacrificio de Cristo.

“Jesús es el sumo sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec”.

La promesa del Padre: Lenguas, poder y transformación

Los pastores explican que el don de lenguas y el mover del Espíritu ya estaban profetizados por Isaías y Ezequiel. Hablar “como tartamudos” era parte de la promesa del Padre. Incluso figuras del Antiguo Testamento como Saúl, Samuel o Juan el Bautista experimentaron llenura del Espíritu en momentos claves, anticipando el Pentecostés del Nuevo Testamento.

“Dios da gracia a los humildes… a los que se han rendido y reconocido pecadores”.

El poder con propósito: Dones y frutos del Espíritu

Una advertencia clave en la charla fue el peligro de operar con dones espirituales sin desarrollar el carácter de Cristo. El don es para edificación del cuerpo, no para exaltación personal. Los frutos del Espíritu deben preceder a los dones: amor, dominio propio, humildad, mansedumbre. Sin esto, los dones pueden mantenerse en corrupción y dar mal testimonio.

“Muchos pentecostales son usados con poder, pero sin fruto son piedra de tropiezo”.

La historia de la Iglesia y la sequía espiritual

Después de la muerte de los apóstoles, el mover del Espíritu Santo se enfrió durante 18 siglos. Aunque Lutero reformó la doctrina, no vivió un avivamiento del Espíritu. No fue hasta finales del siglo XIX y principios del XX que comenzó un nuevo derramamiento pentecostal. Pero aun así, la iglesia necesita más: una nueva llenura acompañada de frutos.

“La lluvia tardía será mayor que la primera… posiblemente comenzando en Jerusalén”.

Jesús y su propio Pentecostés: modelo de espera y llenura

Jesús esperó hasta los 30 años para comenzar su ministerio, como hacían los sacerdotes levíticos. Fue bautizado por Juan, recibió el Espíritu Santo, venció en el desierto, y recién entonces comenzó su obra pública. Su bautismo marcó su “Sabot personal”, donde el cielo se abrió, la paloma descendió, y el Padre habló.

“Jesús no comenzó sin el Espíritu… esperó el tiempo del Padre”.

Conclusión: Llenura, fruto y obediencia en la Iglesia de hoy

Miguel Díez y Ramón Ubillos nos llaman a esperar la promesa del Padre como lo hicieron los 120 en Jerusalén. A rendirnos, a humillarnos, a buscar no solo dones sino carácter. El verdadero avivamiento comienza cuando el Espíritu Santo encuentra templos limpios, dispuestos y obedientes.

“No te justifiques con la ley… busca la gracia y serás lleno del Espíritu”.

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