El propósito real de los dones espirituales // Ramón Ubillos DISCIPULADO CUERPO DE CRISTO

El propósito real de los dones espirituales // Ramón Ubillos

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La necesidad de ser llenos del Espíritu Santo

La llenura del Espíritu Santo no es un lujo opcional en la vida cristiana, sino una necesidad absoluta para vivir conforme a la voluntad de Dios. Cuando Él nos llena, nuestra vida cambia: comenzamos a tener discernimiento, fuerza para enfrentar pruebas y una capacidad renovada para ministrar a otros. Este llenado no se trata de emociones pasajeras, sino de un empoderamiento real que permite que la presencia y el poder de Dios se manifiesten a través de nosotros. Un creyente lleno del Espíritu se convierte en un canal de bendición y un testimonio vivo del poder de Dios, capaz de impactar vidas de manera tangible.

Diversidad de dones, ministerios y operaciones

En 1 Corintios 12:1-7, Pablo nos recuerda que hay diversidad de dones, ministerios y operaciones, pero todos provienen del mismo Espíritu. Cada persona recibe una manifestación del Espíritu para beneficio de los demás, no para engrandecerse. Los dones no son un marcador de superioridad espiritual, sino instrumentos que Dios nos da para cumplir Su propósito en la vida de otros. Esta diversidad nos enseña a valorar a cada hermano en su función, comprendiendo que todos son necesarios en la obra de Dios y que cada ministerio complementa al otro.

El uso correcto de los dones espirituales

El poder espiritual nunca debe ser utilizado con fines egoístas. Cuando se usan los dones para aumentar la propia autoestima o para manipular, se pierde la esencia de lo que Dios quiere hacer a través de nosotros. Por ejemplo, pedir dinero a alguien enfermo después de orar por él contradice el propósito de la sanidad y del ministerio. Los dones deben responder a una necesidad concreta, con un corazón dispuesto a servir, demostrando amor, humildad y entrega. El que anhela un don debe hacerlo con la intención de bendecir, y no para recibir reconocimiento o protagonismo.

El Espíritu Santo y su trabajo en nosotros

El Espíritu Santo colabora activamente con nosotros, pero siempre respeta nuestra disposición y voluntad. Cuando Dios obra a través de nosotros, sentimos una presencia especial, un testimonio interior de que no somos nosotros, sino Él actuando. Esta experiencia genera gratitud, humildad y un deseo profundo de servir más. La obra del Espíritu requiere sensibilidad espiritual: aprender a escuchar, a obedecer y a discernir cuándo y cómo actuar. Así, cada manifestación del poder de Dios no es para exhibición, sino para edificar y fortalecer a otros.

Dones específicos: palabra de sabiduría y palabra de ciencia

La palabra de sabiduría y la palabra de ciencia son dones que nos permiten actuar con conocimiento divino. La sabiduría nos ayuda a tomar decisiones correctas en situaciones concretas, resolver conflictos y guiar a otros con prudencia y discernimiento. La palabra de ciencia nos da información revelada por Dios sobre hechos o circunstancias que no podríamos conocer por medios naturales. Ambos dones, usados correctamente, fortalecen a la comunidad y protegen a los hermanos de errores, engaños o dificultades. Son herramientas para resolver problemas con perspectiva espiritual.

Sanidades y milagros

Dios nos permite ser canales de sanidad para el cuerpo, el alma y el espíritu. La sanidad no se limita a enfermedades físicas; incluye también problemas emocionales, traumas y aflicciones espirituales. Los milagros, en cambio, trascienden las leyes naturales y muestran el poder sobrenatural de Dios, como dar vista a un ciego o restaurar un miembro perdido. Para ejercer estos dones se requiere humildad, entrega y dependencia del Espíritu, reconociendo que todo proviene de Dios y que nuestra función es ser instrumentos fieles de Su poder.

Profecía y discernimiento de espíritus

La profecía va más allá de predecir el futuro: comunica el corazón de Dios para el presente y dirige a Su pueblo en amor y verdad. El discernimiento de espíritus nos protege de falsos maestros y engaños, ayudándonos a reconocer si la fuente es Dios, un ángel, o un espíritu que se disfraza de luz. Esto es crucial para cuidar la obra de Dios y guiar correctamente a los hermanos. Aprender a discernir requiere práctica, oración y sensibilidad, evitando así la manipulación espiritual y fomentando la madurez en la iglesia.

Ministrar según la necesidad

Cada don tiene un propósito específico, y su valor se mide en función de la necesidad que atiende. No se trata de cuál don es más grande, sino de cuál es oportuno para la situación concreta. Como un mecánico usa la herramienta adecuada para cada reparación, así cada ministerio y cada don debe aplicarse según la necesidad espiritual, física o emocional de las personas. Esta perspectiva nos aleja del protagonismo y nos enfoca en servir con eficiencia y amor.

Preparados para ser usados

El Espíritu distribuye los dones según Su voluntad, pero Él busca corazones dispuestos, sacrificados y humildes. Practicar los dones implica entrega personal, paciencia y disposición a aprender. No siempre veremos resultados inmediatos, y algunas veces la manifestación no ocurre como esperamos, pero la fidelidad y la obediencia garantizan que Dios obre a Su tiempo y según Su propósito. El verdadero fruto espiritual se mide en el servicio y en el impacto que dejamos en la vida de otros.

Conclusión: anhelar para servir

El discipulado no consiste en acumular conocimientos o habilidades, sino en estar disponibles para manifestar el poder del Espíritu en beneficio de los demás. Cada don que Dios nos da tiene como finalidad bendecir, restaurar y ministrar. La práctica de los dones, la humildad y el amor aseguran que nuestra vida sea un canal de gracia. Anhelar dones no es por gloria personal, sino para responder a la necesidad de quienes Dios coloca en nuestro camino y para cumplir Su propósito en cada circunstancia.

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