Jeremías: Las bendiciones de la obediencia | personajes bíblicos

La obediencia a Dios

La obediencia a Dios es fundamental para los cristianos evangélicos, ya que trae consigo bendiciones y favor divino. Por el contrario, la desobediencia trae castigo, como se muestra a lo largo de las Escrituras. Obedecer a Dios significa escuchar su voz, hacer lo recto delante de sus ojos, prestar atención a sus mandamientos y guardar sus estatutos. No se trata solo de conocer su palabra, sino de vivir conforme a ella en cada aspecto de nuestra vida.

En la sociedad actual, vemos cómo se ha rechazado a Dios y sus principios. Como consecuencia, experimentamos escasez, desorden moral y juicio. Frente a esta realidad, los cristianos están llamados a vivir de forma distinta: deben hablar sobre la obediencia a Dios, pero sobre todo, demostrarla con su ejemplo. Vivir en obediencia es parte esencial del testimonio cristiano en medio de un mundo que se aleja de la verdad.

Prioridades en la vida

Obedecer a Dios implica también alinear nuestras prioridades con las suyas. Como discípulos de Cristo, nuestra vida no debe estar enfocada en las cosas materiales o en los placeres del mundo, sino en el reino de Dios y su justicia. Esta transformación de prioridades es una señal clara de que estamos caminando en obediencia y fe.

Satanás intentará distraernos y apartarnos del propósito divino usando personas, ideas o circunstancias que, aunque parezcan inofensivas o incluso bien intencionadas, pueden desviar nuestra atención. Por eso, debemos mantenernos firmes, con la mirada puesta en lo eterno, sin permitir que nada nos saque del camino que Dios ha trazado para nosotros.

Fe y obediencia

La verdadera fe se evidencia a través de la obediencia. No basta con ser oidores de la palabra; debemos ser hacedores, viviendo lo que creemos. Dios se agrada de aquellos que obedecen sus mandamientos, no como una carga, sino como una expresión de amor y confianza en Él. Sus mandamientos no son gravosos; al contrario, nos protegen y nos guían hacia la vida plena que Él desea darnos.

La obediencia nace del arrepentimiento genuino y de una conversión sincera a Cristo. Cuando una persona se entrega verdaderamente a Jesús, su vida empieza a reflejar esa decisión en acciones concretas. Así, la fe y la obediencia se convierten en una plataforma sólida desde la cual podemos cumplir la voluntad de Dios con libertad y gozo.

La gran comisión

La gran comisión es el mandato de predicar el Evangelio a toda criatura. Esta tarea no es opcional, sino una expresión directa de nuestra obediencia al Señor. Ministerios como Radio Solidaria y Solidaria TV cumplen con este llamado, utilizando los medios de comunicación para llevar el mensaje de salvación a personas que quizás nunca pisarían una iglesia. Obedecer a Dios incluye participar activamente en la expansión de su reino.

Importancia de la obediencia

La obediencia a Dios es importante en cada área de la vida cristiana. Como discípulos de Cristo, debemos evitar caer en la desobediencia, lo que incluye no congregarse, descuidar nuestra vida espiritual o dar más importancia a lo material que a lo eterno. Nuestra relación con Dios y con nuestra familia debe estar por encima del trabajo, las posesiones y las rutinas diarias.

Una vida centrada solo en comer, dormir y trabajar no es suficiente. Dios nos llama a buscar tiempos de calidad con Él, con nuestra familia y con la iglesia. Así como fue claro con Adán y Eva, también es claro con nosotros hoy: la obediencia tiene consecuencias, y el arrepentimiento verdadero implica un cambio real de vida.

Obedecer a Dios se refleja en la fe, en nuestra relación diaria con Él, en el testimonio personal y en la disposición para compartir las buenas nuevas con otros. No se trata únicamente de asistir a la iglesia los domingos, sino de construir una relación continua y profunda con el Señor. La obediencia es clave para la salvación, y si hoy reconocemos que no estamos viviendo en obediencia, es momento de arrepentirnos y permitir que Dios transforme nuestra vida.