La Palabra para Hoy – Romanos 10:9

Devocional: “¿Es Jesús Verdaderamente Tu Señor?”

📖 Texto base:
«Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de los muertos, serás salvo.»
— Romanos 10:9

Reflexión

Vivimos en una generación de palabras fáciles. Hoy, cualquiera puede decir “Jesús es el Señor” sin enfrentar consecuencias graves. Las redes sociales están llenas de frases cristianas, declaraciones espirituales y mensajes de fe. Pero, ¿cuántas de esas confesiones son realmente sinceras? ¿Cuántas están acompañadas de compromiso real con Cristo?

En los tiempos del apóstol Pablo, declarar que Jesús era el Señor no era una frase religiosa común. Era un acto de rebeldía contra el imperio romano, donde la norma era declarar: “César es el señor”. Confesar a Cristo era como firmar tu propia sentencia de muerte.

Pablo no está hablando de una confesión superficial, sino de una confesión que nace de la convicción profunda del corazón y que implica estar dispuesto a entregar la vida por esa verdad.

Señorío Significa Entrega Total

Hoy no enfrentamos circos romanos, pero sí enfrentamos la tentación de confesar a Jesús de labios solamente, sin vivir bajo su autoridad.
Decir que Jesús es el Señor implica más que palabras: significa que Él es quien manda en tu vida, que es tu dueño, tu guía, tu rey.

✅ No es solo cambiar de religión.
✅ No es unirse a una iglesia.
✅ Es rendir tu voluntad, tus decisiones, tus planes, tus pensamientos a Cristo.

Cuando Jesús es verdaderamente el Señor de tu vida, tu forma de vivir lo demuestra. No necesitas defender tu fe con gritos, la defiendes con tu obediencia.

Aplicación para Hoy

Pregúntate con sinceridad:

• ¿Jesús es el Señor de tus palabras, pero también de tus acciones?
• ¿Tomas decisiones preguntándole a Él qué quiere?
• ¿Tu vida refleja obediencia a su Palabra?

Hoy es fácil decir “Jesús es el Señor” sin costo alguno. Pero el verdadero valor está en vivir esa confesión con fidelidad, incluso cuando sea incómodo o te cueste algo.

Oración

Señor Jesús, no quiero solo llamarte Señor con mis labios, sino también con mi vida. Te entrego todo lo que soy: mis planes, mis decisiones, mis temores y mi voluntad. Enséñame a vivir cada día bajo tu señorío, con amor, obediencia y valentía.
Amén.

Que Dios te bendiga… y que tu vida confiese lo que tu boca declara: que Jesús es el Señor.