Las profecías del hambruna mundial // Palabras Proféticas // Miguel Díez – Prog #14
Hambre Mundial: Una Crisis Perpetuada
En 1996, durante la Cumbre Mundial sobre la Alimentación en Roma, las Naciones Unidas y el G20 hicieron una promesa ambiciosa: reducir el hambre mundial a la mitad para el año 2015. Sin embargo, a pesar de los compromisos y esfuerzos aparentes, la realidad actual refleja un fracaso devastador en alcanzar ese objetivo. En aquel entonces, más de 200 millones de personas estaban en peligro de muerte por inanición. Hoy, la situación ha empeorado drásticamente, convirtiéndose en una crisis perpetuada por un sistema global que parece más enfocado en mantener el hambre que en erradicarla.
En 2022, el 16% de las muertes en el mundo son atribuidas al hambre. Esta cifra impactante revela que en los últimos 26 años, más de 500 millones de personas han perdido la vida debido a la falta de alimentos. Actualmente, más de 900 millones de personas viven en condiciones de extrema hambruna, lo que pone de manifiesto la ineficacia de las políticas globales y la falta de voluntad para abordar de manera efectiva esta tragedia humanitaria. En lugar de cumplir con la promesa de 1996, los líderes mundiales han establecido un nuevo plazo, prometiendo erradicar el hambre para el 2030. Sin embargo, muchos ven esta promesa como otro engaño, una maniobra que perpetúa el control y encarece los alimentos, favoreciendo a un sistema que, lejos de solucionar la crisis, la utiliza para sus propios fines.
Un Llamado a la Intervención Divina
La gravedad de la situación actual no solo es una crisis humanitaria, sino también una señal espiritual que clama por una intervención divina. El estado moral del mundo, comparable al de Sodoma y Gomorra, ha llevado a muchos a advertir sobre un inminente juicio divino. La legalización y promoción de lo que se describe como “perversiones sexuales” en las sociedades contemporáneas es vista como un agravante que podría desencadenar un castigo similar al que sufrieron esas antiguas ciudades bíblicas.
Frente a esta crisis, la solución no solo reside en la acción humana, sino también en un clamor por la justicia y la intervención de Dios. Se pide a Dios que elimine los malos pensamientos y sentimientos carnales, aquellos que fomentan la complacencia y la cobardía ante el sufrimiento ajeno. Se suplica por una transformación espiritual, para que Dios ponga en la mente pensamientos justos y santos, y en el corazón los deseos divinos que guíen a la humanidad hacia un futuro de amor, paz y justicia.
El llamado es claro: pedir a Dios que produzca frutos divinos en cada uno de nosotros, como el amor, el gozo, la paz, la paciencia, la bondad, la fe, la benignidad, la mansedumbre y la templanza. Solo con una renovación espiritual profunda y un retorno a los principios divinos podremos enfrentar y superar no solo la crisis del hambre mundial, sino todas las calamidades que afligen a la humanidad.