Moisés: Pequeñas Obediencias, Grandes Milagros // Voces de la Biblia
Introducción a la fe y la obediencia
El poder de Dios se manifiesta cuando aprendemos a escuchar su voz y a obedecerla. La historia de las aguas amargas de Mara nos muestra cómo la fe y la obediencia pueden transformar lo imposible en un milagro. La fe no consiste únicamente en creer que Dios puede actuar, sino en obedecer cuando Él nos indica cómo hacerlo, incluso si el “cómo” parece simple o hasta ridículo, como sucedió con Moisés frente a las aguas amargas.
La historia de Moisés y las aguas amargas de Mara
Cuando Israel llegó a Mara, el agua era amarga y esto se convirtió en una prueba para el pueblo. Dios no envió señales espectaculares, ni ángeles ni tormentas, sino que mostró a Moisés un árbol. Éxodo 15:22-25 relata cómo, al lanzar el árbol al agua, ésta se volvió dulce. Este acto simple revela que la fe no es pasiva; se manifiesta en la obediencia visible y en acciones concretas. Moisés no debatió ni analizó la situación, simplemente obedeció. Dios muchas veces se muestra a través de acciones ordinarias, y no de armas o métodos extraordinarios. Lo que Él busca no es el objeto en sí, sino la disposición a obedecer. Los milagros son, en esencia, un sermón que demuestra que la fe activa libera el poder de Dios.
El principio de la obediencia
La obediencia es la llave que invita a Dios a actuar. Eliseo y el hacha flotante muestran que el poder no estaba en el objeto, sino en el acto de fe. La fuente salada de Jericó demuestra que la sal no tenía poder por sí misma; era simplemente un instrumento de obediencia. De igual manera, en el guiso envenenado, la harina sola no podía neutralizar el veneno, pero la fe de Eliseo hizo que el acto tuviera efecto. Naamán, el comandante sirio, aprendió que la sanidad de su lepra dependía de humillarse y obedecer, aunque al principio su mandato le pareciera absurdo. La obediencia, más que el método, libera el poder de Dios.
La simplicidad y naturaleza de la fe
Dios elige actos simples para mostrar que el poder proviene de la fe, no de la complejidad del método. La fe confía en el carácter de quien habla, no en la lógica humana, y muchas veces debe moverse antes de ver el resultado. Moisés en Mara, Eliseo y Naamán son ejemplos claros de esto. Escuchar atentamente la voz de Dios es fundamental, porque la fe se manifiesta en la sensibilidad espiritual. Actuar requiere discernimiento, paciencia y disposición para obedecer incluso cuando no se comprende la totalidad del plan.
Escuchar la voz de Dios y la obediencia
La voz de Dios revela qué hacer, y la fe lo ejecuta. En la vida cotidiana, esto se traduce en pequeñas acciones: perdonar, sembrar generosidad, orar por otros, dar un paso en medio de la incertidumbre. La cruz es el mayor acto de fe y obediencia; el árbol en Mara fue una sombra de la cruz, mostrando que la obediencia transforma la vida y libera salvación. Frente a nuestras “aguas amargas” personales, Dios pide pasos pequeños y concretos. La fe sin obras está muerta porque la obediencia concreta es lo que libera el poder de Dios. Muchas veces debemos obedecer antes de que las condiciones sean favorables, confiando en que Dios prueba nuestra fe en medio de la contradicción.
La naturaleza de la fe y la obediencia genuinas
El poder no reside en el método ni en el objeto, sino en Dios. Él no repite fórmulas porque no quiere que adoremos actos, sino que dependamos de su voz. Cada situación requiere discernimiento y nuevas instrucciones. Actuar públicamente puede fortalecer la fe de otros, y la fe que actúa inspira y desafía, incluso si parece insensata. Mantener los ojos en Dios, y no en símbolos ni rituales, fortalece la fe genuina.
Aplicación de la fe y la obediencia en la vida diaria
En un mundo lleno de ruido espiritual, debemos mirar a Dios y no al problema. Obedecer a Dios puede no ser fácil ni lógico, pero siempre es fructífero. Las pequeñas obediencias, como lanzar un árbol al agua, tienen poder para transformar lo amargo en dulce. Orar juntos fortalece nuestra fe y nos permite experimentar la transformación divina. El poder de Dios se libera a través de la obediencia y la fe, no por métodos ni materiales. Es necesario aprender a actuar cuando Dios habla, aunque la instrucción parezca pequeña o insensata, confiando en que la obediencia permite recibir el poder de la cruz en nuestro corazón.
Conclusión y oración
Obedecer a Dios transforma nuestras aguas amargas en dulzura y propósito. Debemos agradecer a Dios porque su poder se libera mediante la obediencia y la fe. Pedimos al Señor claridad para escuchar su voz y discernir su palabra. La obediencia y la fe genuina permiten experimentar la transformación que solo Dios puede dar. Que la fe activa en acción, como la de Moisés, Eliseo y tantos otros, inspire y guíe nuestra vida diaria. Se concluye en el nombre de Jesús, con bendición para todos los que oran.

