Orar Como Respirar // Audiolibro Cristiano – Miguel Díez

Orar Como Respirar // Audiolibro Cristiano – Miguel Díez

Aprende que la oración es vital para comunicarte con Dios, alabarle, agradecerle y recibir su guía. Descubre distintos tipos de oraciones, cómo orar con sinceridad, humildad y gozo. Fortalece tu fe, enfrenta batallas espirituales y crece espiritualmente. Experimenta transformación y comunión con Dios, viviendo en libertad y alegría a través de una vida de oración constante.

«Un manual de oración probablemente como el mayor legado y ministerio de Miguel Díez. Un audiolibro fundamental para crecer en la oración.«

Te invitamos a escuchar el audiolibro completo para una experiencia inmersiva y enriquecedora, o bien leer las enseñanzas a tu ritmo. Ambas formas te llevarán a descubrir cómo la oración puede ser tan vital, natural y constante como el respirar.

Tabla de contenido

La oración es una parte esencial en la enseñanza de Cristo. A través de ella, podemos exaltar a Dios, expresarle gratitud y recibir respuestas a nuestras peticiones. Orar no es una carga, sino una experiencia de comunión que nos transforma.

Hablar con Dios es mucho más que hacer peticiones: es escucharlo, adorarlo, alabarlo y participar en sus obras milagrosas. A través de la oración, experimentamos su cuidado paternal y su tierna maternidad espiritual.

Jesús nos dio una poderosa lección al contrastar las actitudes de Marta y María. Marta se ocupaba en muchas cosas, pero María eligió sentarse a los pies del Maestro para escucharle. Esa es la mejor parte: rendirse a su presencia y disfrutar de su voz.

Las obras hechas con esfuerzo humano son como hojarasca ante Dios. En cambio, aquello que el Espíritu Santo edifica en nosotros es glorioso, firme e indestructible.

La oración es la asignatura principal del crecimiento espiritual. A través de ella, somos bendición para otros y nos fortalecemos en fe y amor. Es, sin duda, la mejor obra que podemos hacer por nuestros prójimos.

Vivir una vida de oración nos llena de libertad, gozo y nos permite ser benefactores de los demás, agradando al Señor en todo.

Es necesario perseverar en la oración y pedirle a Dios que permanezca con nosotros en todo momento. La oración nos da acceso al trono celestial, donde contribuimos a llenar de incienso su presencia y a manifestar su justo juicio sobre la tierra.

Al orar, colaboramos en las victorias espirituales contra los sistemas del mundo y las fuerzas del mal. La oración tiene el poder de liberar a los oprimidos, romper cadenas espirituales y derribar fortalezas de oscuridad.

A través de la oración, ayudamos a establecer el Reino de Dios y su justicia en la tierra. Somos llamados a doblar nuestras rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo y a pedir:

  • Ser fortalecidos con poder en nuestro interior por su Espíritu.
  • Que Cristo habite por la fe en nuestros corazones.
  • Estar arraigados y cimentados en amor.
  • Comprender, junto a todos los santos, la anchura, longitud, profundidad y altura del amor de Cristo.
  • Conocer ese amor que excede todo conocimiento.
  • Ser llenos de toda la plenitud de Dios.

Tomemos en serio la oración, porque cuando lo hacemos, Dios también la toma en serio. Es una herramienta poderosa que transforma corazones, familias y naciones.

Capítulo 1: ¿Qué es orar? (00:11:30)

Orar es comunicarnos con Dios, quien se ha acercado a nosotros haciéndose humano y tomando sobre sí nuestras culpas y sufrimientos. A diferencia de los dioses mitológicos, nuestro Dios es personal, deseando relacionarse como padre, madre, hermano o amigo perfecto. Anhela una comunión íntima con nosotros.

La oración es el medio más completo para fortalecer esa relación, haciéndonos uno con Él por toda la eternidad. Es una acción viva que nos conecta con el corazón de Cristo, compartiendo sus deseos santos. También es un sacrificio que agrada a Dios, a diferencia del sacrificio vacío de los impíos.

Hablar con Dios es entrar en una comunicación sagrada: le hablamos, le escuchamos, abrimos nuestra alma y recibimos su sabiduría. En su esencia, orar es como un cortejo espiritual lleno de amor, gratitud y entrega.

Podemos imaginar la oración como un teléfono directo con Dios, disponible 24 horas, con infinitas líneas. Marcamos su número –que simbólicamente puede ser 386, según el valor numérico de su nombre en hebreo– y lo hacemos en unidad con Jesús, nuestro intercesor.

La oración no es una fórmula mágica. Es respirar espiritualmente: nos da vida, sacia la sed de otros y refresca el rostro de Dios. Es como el incienso puro que asciende ante Su trono, tocando su corazón y moviendo su mano en misericordia y poder.

La oración transforma realidades, rompe imposibles y sacude el cielo y la tierra. A través de ella, Dios nos hace colaboradores activos de su reino eterno.

Aunque interceder espiritualmente puede ser agotador, es el arma más poderosa para mover la voluntad perfecta de Dios. Como el incienso del templo, nuestras oraciones deben contener fe, esperanza, amor y obediencia. Al orar, nos convertimos en incensarios vivos, unidos a Cristo en su intercesión celestial.

Imágenes bíblicas de la oración

  • Incienso: Representa nuestras oraciones puras y la santidad de Dios.
  • Altar: Símbolo del lugar santo donde Dios se manifiesta.
  • Incensario: Imagen de Cristo como el único intercesor perfecto.

Cuando estamos unidos al Señor, participamos de esta obra santa, trayendo perfume espiritual ante el Padre. Así como Jesús oraba toda la noche en los montes, también nosotros somos llamados a presentar incienso con nuestras palabras y actos.

Incluso en la historia de Zacarías (padre de Juan el Bautista), vemos cómo una oración acompañada de incienso trajo una intervención celestial. Y así, si nos unimos a Cristo en oración, veremos promesas cumplidas y viviremos experiencias gloriosas.

Capítulo 2: ¿Por qué debemos orar? (00:45:49)

Dios escogió la oración como medio para relacionarse con nosotros y aceptar nuestra comunión. A través de ella, el Espíritu Santo nos guía, consuela y protege.

Dios no está distante ni sordo. Escucha con atención nuestras palabras y desea que le hablemos. Orar es vital para superar las pruebas y resistir la tentación.

La oración alimenta nuestra esperanza al recordarnos que Dios cumple lo que promete. Por eso, debemos interceder no solo por nosotros, sino también por los demás y por la batalla espiritual que se libra en el mundo.

En resumen: orar es una necesidad continua, urgente y fundamental para todo creyente.

Capítulo 3: ¿Cómo oraremos? (01:07:05)

La oración es libre. No hay una postura obligatoria: se puede orar con las manos levantadas, en voz alta, en silencio o incluso con gritos. Lo importante es dejarse guiar por el Espíritu Santo, quien nos muestra cómo orar según la necesidad.

Debe ser una oración sincera, no una repetición vana ni una actuación religiosa. La adoración es el nivel más alto de la oración, y debe brotar de una entrega total y un corazón transparente.

Orar como respirar significa vivir una transformación interior: de seres naturales a hijos regenerados por Cristo. En el nuevo pacto, somos templos vivos del Espíritu, llamados a mantener comunión íntima con el Señor.

Nuestras oraciones deben ser claras, específicas y dirigidas por el Espíritu. También se menciona la oración con imposición de manos, que sigue en la parte siguiente del documento.

Capítulo 4: Orando sólo a Dios, con amor y gratitud (01:42:36)

La oración es un acto de amor que nos conecta con el único Dios verdadero. No oramos a imágenes, ídolos ni figuras espirituales; oramos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Esta es la oración verdadera y viva.

Orar es agradecer a Dios por sus bendiciones, hablarle con confianza y abrirle el corazón con sinceridad. Al enamorarnos de Dios, Él nos transforma con su amor puro y sella un nuevo pacto con nosotros. Este pacto está lleno de perdón, libertad y paz.

Jesucristo establece una relación íntima con cada creyente, como un romance espiritual sellado con las «arras del Espíritu», que son los dones y frutos del Espíritu Santo. Nuestra vida de oración, adoración y obediencia se convierte entonces en un sacrificio continuo, agradable a los ojos de Dios. Le emociona y conmueve nuestro amor.

Dios no es ajeno a nuestras palabras. Responde con sabiduría y poder, trayendo esperanza a nuestra alma. Aun cuando luchamos con nuestro corazón –ese enemigo interno que quiere retomar el control egocéntrico– Dios nos cuida y nos sostiene para que lleguemos a la meta.

La oración debe brotar de forma natural, como la de un niño. Es un acto de humildad y confianza. También debe estar llena de gratitud. No podemos presentarnos ante Dios con quejas ni con espíritu ingrato. La gratitud es la esencia del amor y debe acompañar siempre nuestras palabras ante el trono divino.

Capítulo 5: ¿Dónde, cómo y por quién hemos de orar? (02:07:59)

La oración debe ser constante y puede realizarse en cualquier lugar. Jesús y sus discípulos oraban en montes, caminos, casas, barcos, sinagogas y huertos. Lo importante no es tanto el sitio, sino la disposición del corazón y la dirección del Espíritu Santo.

Debemos orar con manos limpias, sin ira ni contienda. Aunque es hermoso tener lugares especiales para orar, también podemos hacerlo donde haya necesidad espiritual y urgencia por la presencia de Dios.

Orar a primera hora del día es muy agradable a Dios. Marca un inicio victorioso y abre las puertas a bendiciones diarias.

Los primeros cristianos perseveraban en la oración junto con la comunión, el partimiento del pan y las enseñanzas. Hoy, muchas oraciones han perdido ese fervor y se han vuelto emocionales o egoístas.

La oración debe ser también una ministración al Señor: orar por Él, para Él y con Él. No todo es pedir; también es amar, adorar y ofrecer nuestros labios como fruto de alabanza.

Oramos por nosotros, pero también por nuestros seres queridos y por la familia de la fe. Es el mejor regalo que podemos hacerles: motivar a Dios a actuar en sus vidas.

Capítulo 6: Oración de contrición y confesión (02:39:12)

El primer paso hacia Dios es el arrepentimiento. El Espíritu Santo nos convence de pecado y nos lleva a reconocer nuestras fallas con humildad.

Jesús comenzó su predicación llamando al arrepentimiento, y es el mismo llamado que nos hace hoy. Sólo con arrepentimiento podemos ser perdonados y justificados ante Dios.

Este arrepentimiento debe ser sincero, no superficial. Implica un dolor profundo por haber pecado y un deseo firme de cambio. Cada día necesitamos revisar nuestro corazón, porque el pecado, aunque sea pequeño, contamina nuestra alma.

Confesar nuestros pecados es tan necesario como respirar. Cuando lo hacemos, la sangre de Cristo nos limpia, restaura nuestra paz y renueva nuestro gozo. Si hemos dado mal testimonio, debemos también restaurarlo.

La oración de contrición y confesión nos acerca a Dios y purifica nuestra comunión con Él.

Capítulo 7: Oración humilde, paciente y gozosa (03:08:52)

Dios se opone a los soberbios, pero da gracia a los humildes. Por eso, nuestra oración debe nacer de un corazón sencillo, como el de los niños.

La paciencia es una virtud indispensable. A través de ella, ganamos nuestras almas, fortalecemos la fe y cosechamos promesas. Esperar con paciencia es muestra de amor y fe inquebrantable.

La esperanza, hija de la fe, se mantiene viva gracias a la paciencia. Por eso, al orar, debemos hacerlo con un gozo constante, sabiendo que Dios está obrando aunque no lo veamos.

Si nos invade la tristeza, debemos llevarla a Dios en oración y permitir que Él la transforme en alegría. Incluso cuando la respuesta es «no», como le ocurrió a Jesús en Getsemaní, debemos aceptar la voluntad de Dios con gozo.

Capítulo 8: Intercesión con lágrimas y gemidos (03:32:53)

La oración con lágrimas toca el corazón de Dios. David, Job, Asaf y muchos más lloraron en sus oraciones y recibieron gracia y consuelo.

El llanto no es debilidad, es expresión de amor. Las lágrimas saladas llevan el peso del dolor, pero también del amor profundo que riega el campo espiritual y sube como incienso al trono de Dios.

El Espíritu Santo intercede por nosotros con gemidos que no se pueden explicar. Aun cuando no sabemos qué decir, Él expresa nuestro clamor al Padre.

Jesús mismo lloró y sufrió el abandono del Padre para que nosotros seamos aceptados. Hoy, Él seca nuestras lágrimas con ternura divina.

Mientras estemos en este mundo, nuestras lágrimas seguirán regando la viña de Dios, trayendo vida nueva a los que nos rodean.

Capítulo 9: Oración de lamentación, queja y desahogo (03:49:05)

A veces, la oración se convierte en lamento. No es falta de fe, es sinceridad del alma que clama ante el sufrimiento y la injusticia.

El Espíritu Santo nos ayuda a expresarnos con gemidos cuando las palabras no alcanzan. El profeta Jeremías, Job y hasta Jesús elevaron quejas al cielo.

“Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” fue el lamento de Jesús en la cruz. En esos momentos, Dios no se aleja; más bien, nos escucha con atención y misericordia.

La Biblia nos llama a llorar con sinceridad por nuestros pecados y por el estado del mundo. El desahogo espiritual ante Dios es saludable y necesario.

Capítulo 10: La oración de peticiones (04:14:41)

La oración de petición es una expresión de humildad y confianza. Es cuando, como hijos, pedimos ayuda a nuestro Padre celestial. Dios está dispuesto a ayudarnos; Él es fiel, bueno y generoso. Por eso debemos pedirle cada día, como lo hizo David, confiando en su protección y dirección.

Uno de los clamores más importantes es pedirle al Señor que aumente nuestra fe, como hicieron los discípulos. Necesitamos fe para enfrentar montañas espirituales y resistencias del enemigo.

Vivimos en un mundo lleno de contaminación espiritual. Por eso, es normal que enfermemos, tanto física como espiritualmente. Sin embargo, Dios es nuestro sanador. Él tiene la consulta abierta las 24 horas, y su medicina es gratuita. También puede conceder milagros como fertilidad a mujeres estériles, abrir puertas cerradas y darnos vida en abundancia.

Capítulo 11: Oración de clamor e invocación (05:19:55)

Hay momentos de urgencia en los que la oración debe convertirse en un clamor. Esta es una forma intensa y desesperada de orar, movida por el Espíritu Santo, especialmente en situaciones extremas como enfermedad grave, peligro inminente o aflicción profunda.

La Biblia nos muestra cómo Dios responde a los clamores con milagros, sanidades y liberación. Pero es necesario que haya fe, ya que la falta de fe puede impedir una intervención divina.

El clamor también es una herramienta espiritual poderosa contra las fuerzas del mal. A través de esta oración, podemos protegernos de la calumnia, evitar tropiezos en la fe y mantener limpio el testimonio de Cristo.

Este tipo de oración sacude el cielo y la tierra. Dios tiene autoridad sobre los jueces humanos y puede intervenir con justicia para liberar a los inocentes.

Capítulo 12: Orando en las alturas – Oración de guerra (06:01:43)

La oración de guerra espiritual es la que se libra desde las alturas, como lo hacían Jesús y los profetas en los montes. Estas alturas representan tronos de potestades y principados malignos. Por eso, al orar en las alturas, enfrentamos directamente las fuerzas del mal.

Jesús venció a Satanás en el monte al resistir la tentación. Nosotros también, cuando nos fortalecemos con oración y ayuno, participamos en la misma batalla espiritual. Esta oración es más poderosa que cualquier sermón, pues es escudo, espada y fuego contra el enemigo.

Satanás tiembla cuando el más débil se arrodilla con fe. Tenemos autoridad espiritual para pisotear serpientes y escorpiones. La oración de guerra nos permite derribar fortalezas, establecer el Reino de Dios y blindar nuestras vidas con protección celestial.

La oración nunca se agota. Es una fuente inagotable de revelación, consuelo y poder. Este manual se presenta como un legado del autor, con el deseo de que sea leído en cada escuela de discipulado y usado por todos los creyentes como una guía esencial.

La oración transforma vidas, familias, iglesias y naciones. Cuanto más tiempo pasamos de rodillas, más firmes estamos de pie. Y cuando oramos por otros, nuestro amor por ellos crece más que con cualquier otra acción.

Antes de enviar un gran avivamiento, el Espíritu Santo primero restaura el altar de oración y levanta intercesores fervientes.

El autor cierra con humildad, pidiendo que cualquier error sea comunicado para futuras ediciones, y da toda la gloria a Cristo y al Espíritu Santo, inspiradores de esta obra.


Miguel Díez Portada

Miguel Díez es presidente de la ONG Remar en 68 países y fundador de la iglesia Cuerpo de Cristo.

Conocer aquí la biografía de Miguel Díez

Visited 267 times, 6 visit(s) today

Quizás te puede interesar estos videos