La Importancia de Conocer a Dios // Escuela de Discipulado – Ramón Ubillos
Escuela de discipulado – Clase 4 de Ramón Ubillos
Bosquejo
La cualidad de ser conocedores de Dios es esencial para los siervos de Dios. Esto implica tener una relación personal con Él, no solo conocer Su Palabra. Ser un siervo de Dios requiere una intimidad genuina con el Creador, más allá del simple conocimiento teórico o religioso.
El juicio y las oportunidades para arrepentirse
Dios es justo y juez, y la Biblia enseña que habrá un día de juicio. Sin embargo, también ofrece oportunidades para cambiar de actitud y arrepentirse antes de que sea demasiado tarde. Un ejemplo de esto es el rey Saúl, quien se adelantó a Samuel y presentó un sacrificio sin esperar el tiempo de Dios. Aunque desobedeció, Dios no le quitó el reino de inmediato, sino que le dio oportunidades para arrepentirse y cambiar. Esto refleja el carácter misericordioso de Dios, quien busca evitar el juicio dándonos múltiples oportunidades.
Dios nos llama a conocerlo no solo como juez, sino también como alguien misericordioso y perdonador. Un buen ejemplo de esta misericordia lo encontramos cuando Moisés intercedió por el pueblo de Israel después de que pecaron. A pesar de la severidad del juicio que Dios propuso, Moisés supo que Dios estaba buscando una reacción antes de tomar medidas drásticas. Esto muestra que conocer a Dios implica entender Su corazón, su deseo de relación personal con nosotros, y su paciencia al esperar nuestro arrepentimiento.
El nuevo pacto y la verdadera relación con Dios
El conocimiento de Dios también está íntimamente ligado al nuevo pacto que Él prometió establecer con Su pueblo. Este pacto, profetizado en el Antiguo Testamento y confirmado en el Nuevo, sería diferente del anterior. Dios dijo que pondría sus leyes en la mente y el corazón de su pueblo, y que ya no necesitarían que otros les enseñen quién es Dios porque todos le conocerán, desde el menor hasta el mayor.
“Y ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos” (Hebreos 8:11; Jeremías 31:34).
Este pacto establece que Dios será el Dios de ellos, y ellos serán Su pueblo. Jesús mismo enseñó que la vida eterna consiste en conocer al único Dios verdadero y a Jesucristo, a quien Él envió:
“Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).
El perdón de Dios y el amor al prójimo
Un aspecto crucial de conocer a Dios es entender el perdón. Para poder amar y perdonar a los demás, primero debemos recibir el perdón de Dios. Jesús enseñó a sus discípulos a orar, pidiendo perdón y perdonando a los demás, recordándonos que solo podemos perdonar después de haber experimentado el perdón divino.
“Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mateo 6:12).
El sistema religioso muchas veces enseña que debemos demostrar nuestra bondad, pero la realidad es que solo podemos ser santificados a través del Espíritu Santo, quien nos transforma. Este conocimiento de Dios nos libera de la carga de tratar de ser perfectos por nosotros mismos, como cuando Dios le dijo a Abraham que anduviera delante de Él y fuera perfecto:
“Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto” (Génesis 17:1).
La gracia de Dios y su plan de redención
Dios nos permite acercarnos a Él con nuestras imperfecciones. Como Noé, quien halló gracia delante de Dios en un tiempo de corrupción generalizada, también nosotros podemos encontrar gracia cuando nos acercamos con humildad.
“Pero Noé halló gracia ante los ojos del Señor” (Génesis 6:8).
Conocer a Dios a través de Jesús
Finalmente, conocer a Dios significa conocer a Jesús, quien es el reflejo perfecto del Padre. Jesús afirmó ser el Buen Pastor que conoce a sus ovejas, y que sus ovejas lo conocen a Él, tal como Él conoce al Padre. Este nivel de intimidad es lo que Dios desea para cada uno de sus hijos.
“Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen” (Juan 10:14).
La historia de Noé y su hijo Cam, quien reaccionó de manera incorrecta al ver a su padre en una situación vergonzosa, muestra cómo incluso aquellos que han sido salvados pueden manifestar corrupción en su corazón. Sin embargo, Jesús nos enseña a acercarnos a Dios en todo momento, confiando en Su misericordia.
El arrepentimiento y la necesidad de acudir a Dios
Adán, tras pecar, intentó esconderse de Dios, en lugar de acudir a Él en busca de perdón. A través de esta historia, aprendemos que conocer a Dios implica saber que siempre podemos acudir a Él en busca de gracia y perdón. Dios promete perdonar a aquellos que se arrepienten y vienen a Él con un corazón sincero.
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).
El anhelo de Dios: que lo conozcamos
Dios desea ser conocido por su pueblo. Muchas veces, las personas se preocupan por conocer teologías o doctrinas, pero Dios se revela como un Padre amoroso que busca una relación personal. La clave no está en los sistemas religiosos, sino en la experiencia directa con el Creador.
“Porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús” (Gálatas 3:26).
Conocer la voz de Dios
Es vital que conozcamos la voz de Dios, que nos da seguridad en lugar de temor. Jesús nos enseña que sus ovejas oyen su voz y lo siguen, lo cual refleja una relación íntima.
“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen” (Juan 10:27).
Jesús: El camino, la verdad y la vida
Jesús declaró ser el camino, la verdad y la vida, y nadie puede llegar al Padre sin Él. Este conocimiento es esencial para nuestra fe.
“Yo soy el camino, la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).
Al final, conocer a Dios nos da confianza y seguridad. Como Pablo dijo: “Yo sé en quién he creído” (2 Timoteo 1:12), esa es la certeza que cada cristiano puede tener cuando entra en una relación personal con Dios a través de Jesucristo. Conocer a Dios es la esencia de la vida eterna, y es el fundamento de una fe viva y transformadora.