El mayordomo infiel: ¿Dios o las riquezas? (3ª parte)

El mayordomo infiel: ¿Dios o las riquezas? (3ª parte)

No Se Puede Servir a Dos Señores

En Lucas 16:13, Jesús enseña que ningún siervo puede servir a dos señores, porque inevitablemente amará a uno y despreciará al otro. Esta enseñanza nos invita a reflexionar sobre dónde ponemos nuestro corazón. Las riquezas en sí mismas no tienen valor eterno, pero el apego a ellas puede desplazar a Dios de nuestro centro. Cada persona debe decidir a quién servirá: a Dios o a sí mismo.

La Avaricia y la Hipocresía de los Fariseos

Los fariseos, conocidos por su amor al dinero, se burlaban de Jesús y se justificaban ante los hombres, pero Dios conocía sus corazones. Lo que el mundo considera valioso puede ser abominación ante Dios. En Ezequiel 34:2, se denuncia a los líderes que se apacientan a sí mismos en vez de cuidar al pueblo. Este mensaje sigue vigente, ya que el egoísmo y la incredulidad impiden reconocer la verdad de Dios.

El Engaño de Servirse a Uno Mismo

Jesús enfrentó la incredulidad de su propio pueblo, quienes, al conocerlo como el hijo del carpintero, no creyeron en su divinidad. Los que viven para sí mismos rechazan el consejo de Dios y buscan la aprobación humana. Sin embargo, solo Dios puede justificar verdaderamente a una persona.

La Sabiduría en la Administración de los Bienes

La parábola del mayordomo infiel nos deja lecciones importantes sobre la mayordomía. La vida debe vivirse con excelencia, enfocándose en la voluntad de Dios. La riqueza material puede usarse para beneficio propio o para bendecir a otros. Lo que poseemos en la tierra debe ser administrado con la eternidad en mente.

La Fidelidad en lo Poco y lo Mucho

Jesús enseña que quien es fiel en lo poco también lo será en lo mucho. La fidelidad en las pequeñas cosas refleja el carácter de una persona y su capacidad para responsabilidades mayores. La decisión de servir a Dios o a las riquezas es crucial y define la vida de cada creyente.

Servir a Dios por Amor y no por Obligación

El ejemplo de Onésimo, el esclavo de Filemón, muestra que el verdadero servicio a Dios nace del amor y no de la imposición. La relación con Dios debe reflejarse en la vida diaria, demostrando que Él es realmente nuestro Señor. Cada día, el discípulo de Cristo toma decisiones que reflejan a quién sirve en verdad.

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