La Urgencia del Discipulado en la Iglesia de Hoy // Charlas Bíblicas

La Urgencia del Discipulado en la Iglesia de Hoy // Charlas Bíblicas

La Base del Ministerio: Jesucristo y el Discipulado

El fundamento de toda obra cristiana es Jesucristo. Como se mencionó en la tertulia con Miguel Díez y Ramón Ubillos, el evangelismo es el primer paso en la expansión del Reino de Dios. Sin embargo, la Gran Comisión no se detiene en la predicación del evangelio, sino que exige un compromiso más profundo: la formación de verdaderos discípulos.

Jesús no solo llamó a la gente al arrepentimiento, sino que pasó tres años y medio preparando a sus doce discípulos para su ministerio. Hoy, muchas iglesias evangélicas están despertando a esta necesidad, entendiendo que la falta de discipulado ha debilitado la iglesia y su impacto en el mundo.

El Mandato de Hacer Discípulos

Jesús fue claro: “Id y haced discípulos a todas las naciones” (Mateo 28:19). No es una sugerencia, sino un mandato. El discipulado no es un curso teórico ni una simple trasmisión de información, sino un proceso transformador que implica comunicación, comunión y convivencia.

El modelo de discipulado de Cristo no era una estructura académica como las escuelas griegas, donde la formación estaba diseñada para el beneficio personal de los alumnos. En cambio, Jesús estableció un sistema basado en la participación de vida, el acompañamiento y la transmisión de valores mediante la experiencia.

La Profesionalización de la Fe: Un Obstáculo al Discipulado

Uno de los problemas actuales es la profesionalización de la religión. Muchos han convertido el ministerio en una carrera bien remunerada, donde la formación se centra en el conocimiento intelectual, dejando de lado la experiencia espiritual y la relación genuina con Dios. Esta realidad ha llevado a la iglesia a formar “cabezones” llenos de teoría pero sin convicción ni amor por la obra de Dios.

La teología en sí misma no es el problema, sino la ausencia de una relación real con Cristo. Lutero, aunque impulsó la Reforma, también cayó en la trampa de la intelectualización de la fe, ignorando en parte la necesidad de las obras y la compasión genuina. “La fe sin obras es muerta” (Santiago 2:17).

La Relación Maestro-Discípulo

Jesús enseñó que el discipulado no se trata solo de conocimiento, sino de relación. Pedro, Juan y los demás apóstoles no solo aprendieron de sus enseñanzas, sino que vivieron con él, observaron su carácter y experimentaron sus milagros. Pablo, aunque no caminó con Jesús en la carne, tuvo un discipulado sobrenatural en el desierto, donde Cristo mismo le enseñó.

Hoy en día, muchos pastores han descuidado esta relación con sus ovejas. En lugar de hacer discípulos, se han convertido en administradores de congregaciones. Pero un verdadero pastor no es aquel que simplemente predica desde el púlpito, sino aquel que invierte tiempo en formar a otros, transmitiendo su carácter y fe en Cristo.

El Verdadero Discipulado: Transformación y Compromiso

El discipulado implica negación personal, carga de la cruz y una entrega total a Cristo. No se trata solo de asistir a la iglesia o leer la Biblia, sino de experimentar a Dios de manera sobrenatural y vivir según sus principios. Como bien se mencionó en la tertulia, “nadie puede enseñar lo que no sabe, pero peor aún es enseñar lo correcto sin fe”.

El discipulado no se puede sistematizar como una escuela o un seminario. Cada persona es diferente, y el Espíritu Santo trata con cada uno según su necesidad. Intentar encajar a todos en un mismo molde es un error. Como la medicina moderna que personaliza los tratamientos, el discipulado debe ser guiado por el Espíritu Santo, quien conoce los corazones y las necesidades específicas de cada individuo.

La Necesidad de una Revolución en la Iglesia

Si la iglesia quiere ver un avivamiento genuino, debe regresar al discipulado verdadero. No se trata de hacer crecer congregaciones con personas que ya eran creyentes en sus países de origen, sino de alcanzar a los no creyentes y formar en ellos el carácter de Cristo.

El primer discipulado debe comenzar en casa. Los padres son los primeros responsables de guiar espiritualmente a sus hijos. Si ellos no son verdaderos discípulos de Cristo, difícilmente podrán formar a sus familias en la fe.

Los pastores también deben evaluar su compromiso. Un pastor que no esté dispuesto a dar su vida por sus ovejas no está cumpliendo su llamado. La iglesia necesita menos líderes profesionales y más pastores dispuestos a sacrificarlo todo por el evangelio.

Conclusión

El discipulado es el ADN del ministerio de Cristo y debe ser el corazón de la iglesia hoy. La solución no es reformar estructuras o mejorar programas, sino regresar al modelo de Jesús: hacer discípulos de manera personal, con amor, entrega y dirección del Espíritu Santo.

Solo así podremos ver una iglesia fuerte, con pastores genuinos y creyentes transformados que lleven el evangelio a todas las naciones. El tiempo de actuar es ahora.

Como dijo el Señor: “La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies” (Mateo 9:37-38).

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