¿Qué significa ser manso de corazón? – Charles Spurgeon
La progresión de las Bienaventuranzas
Las Bienaventuranzas, como una escalera espiritual, se construyen una sobre la otra. La primera es para los pobres en espíritu, quienes reconocen su vacío delante de Dios. Luego, aquellos que lloran por su condición y su pecado son consolados. La tercera bienaventuranza es el fruto natural de estas dos: la mansedumbre.
La mansedumbre como virtud superior
La mansedumbre es una prueba positiva de la obra del Espíritu Santo en el alma. Un hombre manso es humilde delante de Dios y de los hombres, es sumiso a la voluntad divina y flexible a su palabra. No se rebela cuando Dios le corrige, ni se queja de sus circunstancias.
Características de los mansos
Los mansos no son altivos ni buscan ser los primeros, sino que están satisfechos con lo que Dios les da. Se someten con paciencia a las pruebas y dificultades, confiando en que todo obra para su bien. Su espíritu es humilde, paciente y perdonador.
Mansedumbre en el trato con los demás
Un hombre verdaderamente manso es amable y considera a los demás con ternura. No responde con ira ni se apresura a la venganza. Perdona las ofensas y no guarda rencor. La verdadera mansedumbre no es debilidad, sino fuerza controlada por la gracia de Dios.
Dominio del temperamento colérico
Un cristiano debe dominar su temperamento y no dejarse llevar por la ira. La mansedumbre le permite ser paciente, incluso en situaciones de provocación. No se deja ofender fácilmente ni responde con amargura.
El perdón como marca de la mansedumbre
El hombre manso no solo soporta las ofensas, sino que también perdona de corazón. Sabe que, así como ha sido perdonado por Dios, debe perdonar a los demás. Su espíritu es pacificador, y su mayor gozo es vivir en paz con todos.
El contentamiento y la ausencia de ambición
El manso no es ambicioso ni codicioso. No busca grandezas para sí mismo, sino que está contento con la providencia de Dios. No mide su felicidad por las riquezas materiales, sino por la comunión con Dios.
Cinco cualidades de la verdadera mansedumbre
La verdadera mansedumbre se caracteriza por humildad, paciencia, perdón, contentamiento y amor por los demás. Solo la gracia de Dios puede formar esta actitud en el corazón del creyente.
La herencia de la tierra
Jesús prometió que los mansos recibirán la tierra por heredad. Esto se cumple de diversas maneras: disfrutan la vida con gratitud, tienen paz en sus corazones y, en última instancia, heredarán la tierra renovada en la gloria eterna.
La herencia celestial
La promesa de heredar la tierra también apunta al cielo, donde los mansos vivirán en perfecta paz con Dios y con sus hermanos. Allí no habrá ira, orgullo ni contiendas, sino amor y gozo eterno.
El llamado de Jesús
Para ser verdaderamente manso, es necesario nacer de nuevo. Jesús nos llama a aprender de Él, quien es manso y humilde de corazón, para hallar descanso para nuestras almas. Solo a través de su gracia podemos reflejar esta bienaventuranza y heredar la tierra en su plenitud.