¿Quién es Jesucristo? – Charles Spurgeon
La centralidad de Jesucristo
Jesucristo es el centro absoluto del cristianismo. Su persona es el milagro más grande de la fe cristiana, el portento de portentos. Toda la religión gira en torno a Él, no simplemente por lo que enseñó o hizo, sino por quién es.
El carácter excepcional de Jesucristo
Jesús es único por ser Dios y hombre a la vez. Este hecho desafía toda lógica humana y es imposible de replicar o imitar. Ni los incrédulos han podido concebir una figura similar ni escribir una biografía digna de añadirse a los evangelios. Incluso los opositores de Su enseñanza no pueden evitar respetar Su carácter, pues no hay nadie semejante a Él.
Jesucristo como prueba de su propio Evangelio
Jesucristo no solo proclamó el Evangelio: Él es el Evangelio. Basta contemplar Su rostro, observar Su vida y estudiar Sus heridas para conocer Su mensaje. Su vida fue el reflejo fiel de lo que predicó. Quien lo conoce, alcanza el conocimiento espiritual más alto.
Conocer a Jesucristo
Jesucristo es el sumo sacerdote entronizado en el cielo. Su nombre evoca más emoción y transformación que cualquier otro en el mundo. Morar en Él es vivir de verdad. Su presencia vivifica, restaura y transforma al creyente desde dentro.
El poder y la autoridad de Jesucristo
Jesús es quien mueve el mundo. Tiene todo el poder en el cielo y en la tierra. Desde Su trono gobierna la historia, restringe la tiranía, dirige el pensamiento humano y prepara la venida del Señor. Él es el motor de la iglesia y la fuente de su victoria.
La importancia de Jesucristo en la teología cristiana
En Jesucristo están escondidos todos los tesoros de la sabiduría. Separar la verdad de Su persona la convierte en algo frío. La verdadera doctrina sirve como trono para Cristo. El centro del pensamiento cristiano debe ser siempre Jesús, no las ideas aisladas.
Jesucristo como centro de la vida religiosa
En la vida cristiana, más que mirar nuestras luchas o progresos, debemos mirar a Jesús. Los mandamientos del Evangelio son valiosos porque son Su palabra. El verdadero cristianismo gira alrededor de Su persona: Su amor, Su gracia, Su poder y Su presencia.
La expiación y la obra de Jesucristo
Jesús entregó Su vida voluntariamente. Su sacrificio no tuvo límite, porque Él es divino y humano, perfectamente capacitado para obedecer y sufrir por nosotros. Él mismo es la esencia de la expiación. Su persona le da valor y eficacia a Su sacrificio.
La fe en Jesucristo
Creer en Jesús es confiar en Él como persona, no en teorías o doctrinas. Su sangre limpia, Su palabra lava, y Su corazón invita. El lema del cristiano es poner los ojos en Jesús, y no en la fe misma. El conocimiento de Él trae sabiduría y descanso.
El Espíritu Santo y la revelación de Jesucristo
El Espíritu Santo tiene como tarea principal revelarnos a Jesucristo: Su carácter, Su mente, Su propósito. Él es el maestro que enseña a los creyentes acerca del Señor y continúa la obra que Cristo inició, mostrándonos más de Su persona.
La importancia de predicar a Jesucristo
Jesucristo debe ser el tema constante de la predicación. Un mensaje sin Él es un mensaje sin valor. Enseñar sin Cristo es dejar al pueblo en oscuridad. Solo Su nombre, Su cruz y Su gloria deben ocupar el primer lugar en cada sermón.
El amor por Jesucristo
Amar a Jesús es más poderoso que amar cualquier verdad abstracta. Su personalidad irradia todo lo que es puro y hermoso. Él es el amado del creyente, la piedra que une a los suyos, y el vínculo perfecto entre los pueblos en Su iglesia.
La encarnación y el consuelo que ofrece Jesucristo
Jesús ofrece consuelo real porque compartió nuestras debilidades. Vivió el dolor, el hambre, el desprecio y la agonía. Su humanidad es fuente de gozo en medio del sufrimiento. Él es el principal Consolador de los afligidos.
La glorificación y la resurrección de Jesucristo
Jesucristo resucitó y fue glorificado. Está entronizado en los cielos, y Su iglesia se alegra en ello. Vendrá nuevamente en poder, y los santos esperan ese día con gozo. Su resurrección es la garantía de nuestra esperanza.
Jesucristo como modelo de vida
Jesucristo es el ejemplo perfecto de cómo vivir. En Él se encuentra toda virtud en grado supremo. Ser semejante a Él es la meta del creyente. Imitarlo es andar en la senda del verdadero descanso y transformación.
La visión de Jesucristo en la eternidad
La mayor promesa de la eternidad es ver a Jesús tal como es. Seremos semejantes a Él en pureza y gloria. Estaremos cerca de Su trono como hermanos del Hijo de Dios, llenos de gozo y esplendor eterno.
La presencia de Jesucristo y la felicidad
Nada se compara con la presencia de Jesús. Ella ha sostenido a mártires y dado gozo en medio del dolor. Su presencia es la fuente de la verdadera felicidad, más firme que cualquier placer terrenal.
La reunión con Jesucristo en la eternidad
Llegará el día en que lo veamos cara a cara. Él puede estar esperándonos al otro lado del velo, no con ángeles, sino en persona. Ese encuentro será el culmen del gozo eterno, y estaremos con Él para siempre, adorando Su amor sin fin.