Salmo 96: Canta al Señor, aunque todo va mal // Charla Bíblica
Daniel Díez y Willy López nos invitan a reflexionar sobre el Salmo 96 y su poderosa exhortación: “Cantad al Señor”.
En un mundo cada vez más caótico, Daniel Díez y Willy López nos invitan a detenernos, mirar al cielo y cantar. No por evasión, sino como declaración de fe, como respuesta espiritual en medio de tanta confusión. En esta charla, el Salmo 96 sirvió de ancla para reflexionar sobre la alabanza en tiempos de ruido y desconexión.
Cantar en medio del caos
El Salmo 96 nos llama repetidamente a cantar al Señor. Pero, ¿cómo hacerlo cuando la realidad parece desmoronarse? Willy y Daniel comienzan hablando del calor, de la vida dura de quienes trabajan en la calle, de la desconexión entre los gobernantes y el pueblo. Y de ahí, con naturalidad, llegan a la relevancia de la adoración: «el salmista dice, olvídate, y es tiempo de cantar.»
Porque cantar no es solo emitir melodías. Es expresar lo más profundo del corazón. Es sacar a la superficie lo que muchas veces no sabemos cómo decir. Cantar es hablarle a Dios cuando ya no podemos más. Y no hace falta tener buena voz; hace falta tener corazón. Como decía Daniel: «Dios no se preocupa si cantas bien o mal, lo que quiere es que le expreses lo que sientes.»
Alabanza: mucho más que música
En la charla, se desmitifica la alabanza como algo meramente litúrgico o reservado para momentos de euforia emocional. La música puede mover el alma, pero la alabanza nace del espíritu. Por eso, afirman, no se trata de manipular emociones con canciones tristes o espectáculos religiosos. «La alabanza no es cantar coritos los domingos», decía Willy, «es tener una vida en armonía con Dios durante toda la semana.»
La música es un vehículo —y uno poderoso—, pero no es el destino. Alabar es más profundo: es exaltar a Dios en medio de cualquier circunstancia. Es reconocerlo como soberano incluso cuando todo parece injusto. Es tener pasión por Él, no solo por las canciones. «La pasión por Dios debe superar a la pasión por un equipo de fútbol», dijeron con cierta ironía.
La alabanza que transforma
Uno de los momentos más conmovedores fue cuando recordaron a Lok Van Dari, un nepalí que solo sabía una estrofa de una canción cristiana. La cantaba con un vaso golpeando las rejas de la prisión. No había guitarras, ni coros, ni producción. Pero había alabanza verdadera. Porque no se necesita un escenario para exaltar al Señor; basta un corazón quebrantado.
“He decidido seguir a Cristo, no vuelvo atrás.” Una línea, una decisión, una alabanza eterna.
Un juicio que viene, una alabanza que permanece
El Salmo 96 también habla del juicio de Dios. Y esto no es motivo de temor, sino de esperanza. Dios juzgará con justicia. Aunque hoy el mundo esté al revés, aunque los ricos opriman a los pobres y la corrupción nos parezca invencible, el Señor viene. Y eso nos anima a seguir alabando, sembrando y viviendo en fidelidad.
Conclusión: Alaba en espíritu y en verdad
La verdadera alabanza no depende de circunstancias externas. No se trata de cantar solo cuando todo va bien. Se trata de una vida que honra a Dios en todo tiempo. Como bien concluyeron en la charla:
“Que la música no sea solo para sentirte mejor, sino para glorificar a Dios. Alaba al Señor con la música, pero que la alabanza sea fruto de tu comunión con Él.”
Así que canta. Aunque estés cansado del camino. Aunque las noticias te abrumen. Aunque no sepas cómo saldrás adelante. Canta, porque Dios sigue siendo digno. Él sigue siendo bueno. Y la alabanza, cuando nace del espíritu, tiene poder para sostenerte, transformarte y llevarte más cerca del corazón del Padre.