Frutos de Arrepentimiento: La Lección del Hijo Pródigo // Daniel Del Vecchio
En Lucas 15, Jesús nos presenta una de las parábolas más conmovedoras y profundas: la del hijo pródigo. Aunque muchos la hemos leído o escuchado incontables veces, el Espíritu Santo sigue iluminando su mensaje, recordándonos verdades esenciales sobre el arrepentimiento.
1. El Camino hacia el Fondo
El hijo menor pidió su herencia, símbolo de egoísmo e independencia. Se alejó del padre y malgastó todo en una vida desenfrenada. Pero al llegar al fondo, entre los cerdos, recordó a su padre. El primer paso hacia el arrepentimiento es «volver en sí», darse cuenta del estado real de nuestro corazón.
“Me levantaré e iré a mi padre” (Lucas 15:18).
Este es el inicio del verdadero arrepentimiento: una decisión. No es emoción momentánea, ni una reacción superficial. Es una determinación interna de regresar, de confesar, de cambiar.
2. Arrepentimiento Profundo, No Superficial
El hijo pródigo ensayaba su confesión. No venía con excusas ni buscando privilegios. Su actitud había cambiado. Ya no pedía derechos; ahora pedía misericordia. Reconocía su indignidad.
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no soy digno de ser llamado tu hijo” (Lucas 15:21).
Daniel del Vecchio nos recuerda que muchas caídas ocurren porque nunca hubo un arrepentimiento genuino. Algunos vienen a Cristo por emoción, pero sin transformación interior. El arrepentimiento verdadero exige humildad, reconocimiento del pecado y una voluntad de restaurar relaciones rotas —con Dios, con la familia, con la autoridad.
3. Restauración con Dios y con los Hombres
El arrepentimiento también incluye reconocer a quienes hemos herido: padres, madres, autoridades, hermanos en la fe. No se puede restaurar la relación con Dios mientras ignoramos los daños hechos a los demás. Un corazón verdaderamente arrepentido busca reconciliación.
“Contra el cielo y contra ti he pecado.”
Hay autoridad delegada por Dios en el hogar, la iglesia y el gobierno. El hijo pródigo no solo se reconcilió con su padre, también lo honró. Arrepentirse es también dejar de justificar nuestras rebeliones y empezar a honrar a quienes Dios ha puesto sobre nosotros.
4. Frutos Dignos de Arrepentimiento
Juan el Bautista dijo:
“Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” (Mateo 3:8).
Daniel del Vecchio explica que esos frutos no son solo palabras. Son actitudes transformadas. El apóstol Pablo nos habla de humildad, mansedumbre, paciencia y amor (Efesios 4:1-3). Estas cualidades son el reflejo del Espíritu Santo en una vida transformada.
- Humildad: Saber que no merecemos nada, solo su gracia.
- Mansedumbre: Estar controlado por el Espíritu, no por nuestras emociones.
- Paciencia: Perseverar en el bien sin rendirse.
- Amor (ágape): Buscar el bien del otro, incluso del que nos ha herido.
5. Fe en la Misericordia de Dios
El hijo pródigo no regresó por mérito, sino por fe en la bondad del padre. Sabía que el padre era misericordioso. Judas también sintió remordimiento, pero le faltó fe para volver. El verdadero arrepentimiento se apoya en la convicción de que Dios puede perdonar y restaurar.
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar…” (1 Juan 1:9).
6. ¿Dónde Está el Hacha?
La predicación concluye con un llamado solemne: el hacha está puesta a la raíz (Mateo 3:10). Dios no busca simplemente eliminar los frutos malos, sino transformar completamente el árbol. Si no hay fruto, el árbol es cortado. No podemos pretender ser cristianos sin fruto. El arrepentimiento se ve, se palpa, se vive.
Conclusión:
¿Has vuelto verdaderamente al Padre? ¿Estás llevando frutos dignos de arrepentimiento? Hoy es el día de decir como David: “He pecado contra ti”, y como el hijo pródigo: “No soy digno, pero confío en tu misericordia.”