Una sola experiencia con Dios vale más que mil sermones // Estamos Contigo
Miguel Díez y Mari Carmen Jiménez nos invitan a descubrir una vida donde Cristo no es una teoría, sino una experiencia cotidiana, profunda y transformadora. Porque la fe no es solo para ser entendida, es para ser vivida.
Oír, oler, ver, tocar… y comer la Palabra
En lo espiritual, como en lo natural, hay niveles de experiencia. Oír es el primer paso, pero no es suficiente. Dios quiere que pasemos del oír al saborear. La Palabra es pan del cielo, y debemos comerla, digerirla, asimilarla, y permitir que nos transforme.
“No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.”
Mateo 4:4
La diferencia entre conocer información y tener una vivencia está en experimentar. Jesús no vino solo a enseñar, sino a que lo vivamos, a que le experimentemos en lo íntimo.
El llamado de Dios: una voz que insiste
Dios llama por nombre. No es un llamado genérico, es personal, íntimo, inconfundible. Como Samuel, quizás muchos no saben reconocer esa voz al principio, pero Dios insiste hasta que entendemos.
“Entonces entendió Elí que Jehová llamaba al joven… Y Jehová vino y se presentó, y llamó como las otras veces: ‘¡Samuel, Samuel!’ Entonces Samuel dijo: ‘Habla, porque tu siervo oye.’”
1 Samuel 3:8–10
Muchos van a la iglesia por años sin haber oído el llamado real de Dios. Pero Él sigue llamando. ¿Has escuchado Su voz?
El arrepentimiento: una cirugía del alma
No hay experiencia más intensa que la del verdadero arrepentimiento. Es como si una espada entrara al alma y sacara la corrupción, el pecado, la inmundicia.
“El Señor… es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.”
2 Pedro 3:9
Es doloroso, pero necesario. Es una circuncisión del corazón. Un antes y un después. Solo quien ha sido herido por Dios puede ser sanado por Él.
El perdón: libertad que no se puede comprar
Después del quebranto, llega el bálsamo: el perdón de Dios. Total, absoluto, inmerecido.
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.”
1 Juan 1:9
No hay condenación para el que ha sido perdonado por la sangre de Jesús. La culpa se va, la conciencia se limpia, el alma descansa.
La paz: el fruto de estar en Cristo
La paz no es una emoción, es una persona: Jesús. Solo Él puede dar la paz que el mundo no puede ofrecer.
“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.”
Romanos 5:1
Esta paz no depende de las circunstancias. Es un descanso interior, una confianza serena, una armonía con Dios que nadie puede quitar.
El nuevo nacimiento: vida completamente nueva
Nacer de nuevo no es cambiar de religión. Es recibir una nueva naturaleza. Es morir al hombre viejo y comenzar de cero con el Espíritu Santo.
“De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.”
Juan 3:5
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”
2 Corintios 5:17
Es el milagro del nuevo nacimiento. El comienzo de una vida completamente diferente.
La llenura del Espíritu Santo: vivir saturado de Dios
El bautismo del Espíritu Santo no es un adorno doctrinal, es el poder para vivir como Cristo vivió. Es una experiencia que cambia radicalmente.
“Vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo.”
Hechos 11:16
Es una llenura que te empuja a adorar, a evangelizar, a servir, a obedecer sin reservas. El ego desaparece, el mundo pierde atractivo, y la locura santa de vivir para Dios se apodera del corazón.
El ministerio: servir con propósito eterno
Dios no nos salvó para sentarnos, sino para servir. Cada uno tiene un ministerio: predicar, consolar, sanar, enseñar, ayudar, reconciliar.
“Te encarezco delante de Dios… que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo…”
2 Timoteo 4:1–2
“Nos dio el ministerio de la reconciliación.”
2 Corintios 5:18
Cumplir el ministerio es la mayor satisfacción. Es ser útil para el Reino. Es participar en los partos espirituales que traen hijos a Dios.
Milagros, sanidades y liberación: el poder sigue activo
Jesús prometió que los que creen en Él harían obras mayores. El poder del Evangelio no ha caducado.
“En mi nombre echarán fuera demonios… pondrán las manos sobre los enfermos, y sanarán.”
Marcos 16:17–18
¿Quieres ver a Dios obrar? Atrévete a creer, a orar, a actuar con fe. Dios sigue sanando, liberando, resucitando vidas.
La santidad: el sabor de la gloria
La experiencia más sublime es sentirse invadido por la santidad de Dios. Puro, limpio, apartado para Él. No por obras, sino por gracia.
“Sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir.”
1 Pedro 1:15
Cuando el Espíritu Santo limpia el alma, no quieres pecar, no quieres volver atrás. Es una plenitud interior que supera todo placer humano.
Vivir en Cristo: la experiencia suprema
No hay vida fuera de Cristo. Él es el camino, la verdad y la vida. Solo en Él se vive de verdad.
“Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.”
Juan 10:10
“Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.”
Filipenses 1:21
No vivas una religión. Vive una relación. Vive en Cristo. No como teoría, sino como experiencia continua, diaria, vibrante.
¿Quieres experimentar todo esto? Ponte a solas con Dios. Habla con Él. Dile: “Señor, háblame. Quiero experimentarte.”
Cristo no está lejos. Él llama. ¿Abrirás la puerta?
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él.”
Apocalipsis 3:20
Miguel Díez es presidente de la ONG Remar en 68 países y fundador de la iglesia Cuerpo de Cristo.