Del quebrantamiento a la renovación // Miguel Díez – XXXV Congreso Remar Internacional 2025

Del quebrantamiento a la renovación // Miguel Díez – XXXV Congreso Remar Internacional 2025

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La importancia de reconocer a Jesucristo

El llamado a Israel: reconocer al Mesías

Ha sido maravilloso ver cómo el Señor toca corazones, incluso en lugares donde antes no se reconocía a Jesucristo. La visita de la embajadora de Israel ha mostrado un destello de esa obra divina, porque los judíos, el pueblo escogido por Dios, deben reconocer al Dios que se hizo hombre: Jesucristo.

Uno de los mayores sufrimientos espirituales es ver que muchos en Israel no ven al judío Jesús. Se enfocan en la fiesta, el rito y la tradición, pero no en el Mesías prometido. Por eso, el Espíritu Santo obra para provocarles celos santos, manifestando en los creyentes los frutos que ellos conocen en las Escrituras, pero aún no han experimentado. Solo Jesucristo puede dar la verdadera paz que tanto anhelan.

La liberación espiritual de Israel

En Jerusalén se prepara un congreso cuyo lema será “liberación”. Pero más allá de la liberación de la guerra, lo esencial es la liberación espiritual de Israel. Dios permite los conflictos para despertar corazones, para que el pueblo reconozca su necesidad del Salvador.

Palestina, movida por el odio, se convierte en un instrumento que Dios usa para sacudir a Israel, aunque su ira no sea santa. Solo Jesucristo puede santificar esa ira y transformarla en celo santo. Los creyentes son llamados a orar, a ir a Israel, y a ser parte del cumplimiento de la promesa: provocar celos santos para que vean a Cristo.

La conexión entre Israel y los creyentes

Dios no ha olvidado a su pueblo. Los creyentes de hoy, por la fe de Abraham, han sido injertados espiritualmente en el árbol de Israel. Esta conexión es profunda: lo que Dios promete a Israel tiene reflejo en la Iglesia.

La ley dada a Moisés reveló la incapacidad humana para alcanzar la perfección sin la ayuda divina. Por eso vino Jesús, para que la religión se transformara en relación, para caminar con Dios como lo hacía Abraham.

La ira de Dios y el quebrantamiento del mundo

El mundo vive tiempos de quebrantamiento. Las guerras, las pestes y los desastres naturales no son casualidad; reflejan la ira santa de Dios frente a la perversión humana. Pero en medio de todo, los creyentes cantan con alegría, porque saben que Dios sigue siendo su fortaleza.

Como dice Isaías 30:27-29, el nombre de Yahvé viene con fuego devorador, pero también con propósito de purificación. A pesar de los juicios, los hijos de Dios tienen un cántico nuevo en medio de la noche, porque confían en que el Señor está obrando para restaurar la tierra.

La alabanza y la adoración en medio del quebrantamiento

La alabanza y la adoración son esenciales en tiempos de dificultad. En medio del dolor y la confusión, Dios derrama gozo sobre su pueblo. Así se vivió en el congreso, donde muchos experimentaron una “santa borrachera” del vino nuevo del Espíritu Santo.

Mientras el mundo se disfraza, celebra y se burla de lo sagrado, los hijos de Dios lamentan el engaño del maligno. La alegría de los impíos es pasajera, como dice el libro de Job: su gozo dura solo un momento. Las risas superficiales se transforman en vacío, pero los que confían en el Señor hallan gozo eterno.

El ejemplo de Job y la humildad

Job es un modelo de integridad y humildad. Aunque perdió todo, no maldijo a Dios, sino que perseveró con dignidad. En el capítulo 29 de su libro se recuerda cómo ayudaba al huérfano, al pobre y al necesitado, siendo ejemplo de justicia y compasión.

La verdadera humildad comienza cuando dejamos de decir “yo” y aprendemos a decir “Tú”, reconociendo que todo lo bueno proviene del Señor. El quebrantamiento, lejos de destruir, purifica y acerca más al corazón de Dios.

La muerte y la vida en Cristo

Morir por Cristo es ganancia. La vida terrenal puede ser quitada, pero el alma pertenece al Señor. Quien cree en Él participa de su vida eterna, porque Cristo mismo es la vida.

La muerte solo separa el alma del cuerpo, el “envase” temporal, pero un día los creyentes recibirán un cuerpo glorioso como el de Jesús resucitado. Este proceso de quebrantamiento enseña a dejar el orgullo y declarar: “Antes hablaba cosas que no entendía, pero ahora mis ojos te ven.”

La obra de Remar y la existencia de Dios

La obra de Remar es una muestra viva de la existencia de Dios. Ninguna capacidad humana puede sostener una obra de tal magnitud sin la intervención divina. Israel, la Biblia y Remar son tres pruebas de que Dios es real y sigue obrando.

Los hijos de Dios son solo instrumentos en sus manos. Cuando Él realiza su obra a través de nosotros, no hay lugar para la vanagloria, porque toda la gloria pertenece al Creador.

El ministerio de Jesús y la unción del Espíritu Santo

Jesús comenzó su ministerio en la sinagoga de Nazaret, leyendo el libro de Isaías capítulo 61: “El Espíritu de Yahvé el Señor está sobre mí.” En ese momento, proclamó el cumplimiento de las Escrituras y marcó el inicio de una nueva era de gracia.

Nació durante la fiesta de Sucot, tiempo de gozo y celebración, y fue entonces cuando comenzó su magisterio a los treinta años. En esa misma fiesta, se le entregó el rollo de Isaías, el cual hoy se conserva como un tesoro histórico, testimonio del cumplimiento profético.

El Espíritu Santo unge y envía a predicar buenas nuevas, sanar corazones quebrantados y libertar a los cautivos. Todo aquel que recibe esa unción puede decir con fe: “Y sobre mí también está el Espíritu del Señor.”

El lema del congreso y la renovación

El próximo congreso llevará por lema “renovación”. Nadie debe dormirse espiritualmente ni conformarse con lo alcanzado. Cada día debe ser una oportunidad para renovar la fuerza, la fe y la comunión con Cristo.

Así como el aceite en las lámparas debe ser constantemente repuesto, el creyente necesita buscar una llenura fresca del Espíritu Santo. Cuando se derrama sobre uno, ese aceite se multiplica para llenar a otros.

La llenura del Espíritu Santo y la multiplicación

El Espíritu Santo se compara con el aceite que fluye y no se detiene. Cuando se ora por otros, esa unción se multiplica y llena los corazones sedientos. No se debe retener la bendición, sino compartirla con amor y generosidad.

El gozo del Espíritu produce alegría, baile y libertad. Es un llamado a dejar el egoísmo y convertirse en canales de bendición, extendiendo el amor y la presencia de Dios.

La consolación y el gozo del Espíritu Santo

El Señor cambia el lamento en baile y viste de gozo a los que lloran. Su Espíritu es el Consolador que sana las heridas más profundas. Los creyentes están llamados a consolar a los que sufren, especialmente al pueblo de Israel, para que conozcan el amor del Mesías.

No se trata de hacer “cristianos”, sino hijos de Dios. El nombre “cristiano” fue un insulto en su origen, pero Cristo lo transformó en un título de honra para los redimidos. Recibir de gracia y dar de gracia es la esencia del Evangelio.

La importancia de dar y recibir

El Espíritu Santo es un manantial que no se agota. En el interior de cada creyente habita una fuente que fluye en ríos de agua viva. Por eso, no se puede retener el amor, la palabra ni la bendición.

Lucas 6:38 enseña: “Dad, y se os dará.” Dar no por interés, sino por amor a Dios y al prójimo. Todo lo que tenemos pertenece al Señor, y Él multiplica cuando damos con un corazón sincero.

La generosidad y la provisión de Dios

Dios multiplica la provisión cuando ve corazones dispuestos a dar por amor. El justo no detiene su mano de bendecir; al contrario, da y vuelve a dar, confiando en la fidelidad de Dios.

El Salmo 4:7-8 dice: “Tú diste alegría a mi corazón, mayor que la de ellos cuando abundaba su grano y su mosto.” La verdadera alegría no está en acumular, sino en dar y amar. Quien vive en la justicia y la paz de Dios puede acostarse tranquilo, porque sabe que el Señor es su seguridad.

La justicia y la santidad

Ser justo es defender la verdad, amparar al huérfano, a la viuda y al desvalido. Dios llama a su pueblo a vivir en justicia, con alegría y santidad.

El Salmo 97:10-12 dice que los que aman a Yahvé deben aborrecer el mal, porque Él guarda las almas de sus santos y los libra de la mano de los impíos. La memoria de su santidad es motivo de alabanza, y sin santidad nadie verá al Señor.

Por eso, se debe pedir a Dios que mantenga encendido el fuego del amor en el corazón, que aumente la pasión por Cristo y la fe activa que produce buenas obras. Así, cada creyente podrá ser un canal puro y eficaz de la voluntad de Dios.

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