Restaurar el Gozo // Miguel Díez – Congreso Remar Internacional 2025
La degradación del pecador
La degradación del pecador se puede comparar con la pérdida de privilegios de alguien que ha sido despojado de su dignidad real. Así como un príncipe puede ser expulsado de su palacio y perder su título, el pecador pierde su honra espiritual y su comunión con Dios. Del mismo modo, un general militar degradado y expulsado del ejército refleja la situación de quienes abandonan el ministerio y son despojados de las recompensas del reino por su infidelidad.
El ejemplo de la legión de Sebaste
La legión de Sebaste, compuesta por setenta soldados romanos convertidos a Cristo, es un ejemplo poderoso de fidelidad. Estos hombres, probablemente influenciados por el testimonio de Cornelio, el centurión de Cesarea, decidieron servir a Jesús por encima del emperador. Cuando fueron perseguidos, se mantuvieron firmes en su fe y, desnudos sobre el hielo, prefirieron morir antes que negar al Señor. Solo uno de ellos se rindió, pero el resto fue coronado por los ángeles, testificando que la fidelidad a Cristo vale más que la vida misma.
El amor de Jesús y la identidad real del creyente
Jesús nos ama con el mismo amor con que el Padre lo amó. Ese amor glorioso es el que experimentó el rey David, quien se gozaba en la salvación de Yahvé, como declara en el Salmo 21. Dios concede los deseos del corazón a quienes confían en Él, y ese deseo más profundo es la felicidad que proviene del amor divino. En Cristo, somos hechos reyes y sacerdotes, llamados a vivir en esa comunión gloriosa con el Señor.
La oración y la vida eterna
La oración sincera tiene poder, y Dios no niega las peticiones de quienes lo buscan con fe. Él concede los deseos del corazón y derrama bendiciones de bien sobre los suyos. La vida eterna es el mayor de los dones, y aunque la vida terrenal sea corta, la verdadera plenitud está en vivir en comunión con Cristo, disfrutando ya de la vida abundante que Él prometió.
La honra y la majestad de Dios
Jesús dijo que los que le sirven serán honrados por el Padre. Esa honra se manifiesta en la transformación de vidas: pastores rescatados de la adicción y del crimen que ahora predican el evangelio, testificando la majestad de Dios. Su presencia trae alegría incomparable, porque un día en su casa vale más que mil fuera de ella. Quien confía en el Altísimo no será conmovido, pues su fe lo sostiene frente a todo enemigo.
La justicia y la misericordia del Señor
El creyente no busca venganza, sino que deja la justicia en manos de Dios. La Escritura enseña que la mano del Señor alcanzará a quienes hacen el mal. No debemos levantar la mano amenazadora contra nadie, sino orar para que los enemigos se arrepientan y encuentren salvación. Cuando el corazón está lleno del amor de Cristo, también se llena de compasión por los que se pierden, sabiendo que el mal nunca prevalecerá sobre el bien.
Reyes y sacerdotes del Reino
David entendió que las bendiciones que Dios le dio son también para nosotros. En Cristo somos linaje escogido, real sacerdocio, nación santa y pueblo adquirido por Dios (1 Pedro 2:9-10). Nuestra misión es anunciar las virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable. El enemigo intentará quitar nuestra dignidad, pero nuestra identidad como hijos de Dios permanece firme.
Amar a uno mismo y al prójimo
Para amar al prójimo, primero es necesario amarse a uno mismo con el amor de Cristo. Muchos viven en rechazo y culpa debido a heridas del pasado, y eso les impide amar a los demás. Repetir en fe “me amo en el amor de Cristo” ayuda a sanar el corazón y a reflejar el amor divino en nuestras relaciones. Solo quien recibe el amor de Dios puede amar verdaderamente al prójimo.
La comisión de establecer el Reino de Dios
Los creyentes son llamados a gobernar espiritualmente, estableciendo el reino de Dios en la tierra. El reino no es externo, sino que está dentro y alrededor de cada creyente. Más importante que construir templos de piedra es edificar templos espirituales: vidas transformadas donde Dios habita. La verdadera casa de Dios son los corazones nacidos de nuevo, ciudadanos del reino eterno.
La construcción de templos espirituales
En el libro de Esdras se relata cómo el pueblo de Israel celebró la reconstrucción del templo con cánticos y lágrimas. De igual manera, los congresos espirituales de hoy edifican templos vivos: personas fortalecidas y llenas del Espíritu Santo. Algunos lloran, otros cantan de alegría, pero todos experimentan la presencia gloriosa del Señor que transforma y renueva.
La alabanza y adoración a Dios
El Salmo 66 nos invita a proclamar con júbilo la gloria de Dios y a cantar su nombre por toda la tierra. La adoración no es solo un acto, sino un estilo de vida que glorifica al Creador. Alabar con gozo abre el cielo y llena el corazón de gratitud y poder espiritual.
La victoria del Cordero inmolado
Cristo, el Cordero inmolado, ha vencido y nos ha redimido con su sangre. En Apocalipsis 5 se le describe como digno de abrir el libro y desatar sus sellos, porque con su sacrificio nos hizo reyes y sacerdotes para nuestro Dios. Él es el rey eterno que nos lleva de victoria en victoria, y aunque enfrentemos pruebas o misiones difíciles, no debemos temer, porque Él va con nosotros.
La misión y el gozo en el Señor
Cada creyente tiene una misión: llevar el amor de Dios incluso a los enemigos, ofreciendo bendición y perdón. El gozo en el Señor es una expresión de gratitud, una canción permanente del alma redimida. Cantar “¿Cómo no amarte?” y “¿Cómo no gozarnos contigo?” es testimonio de corazones agradecidos por la salvación.
El cántico nuevo y la renovación espiritual
El Salmo 40 nos recuerda que Dios escucha el clamor, saca del pozo de la desesperación y pone un cántico nuevo en la boca de los suyos. Quienes oran y ayunan con fe experimentan una unción fresca, un corazón renovado y una nueva canción de alabanza. En cada congreso y encuentro espiritual, el Señor desea que su pueblo reciba un nuevo corazón y una nueva adoración.
Conclusión: de gloria en gloria
Dios continúa haciendo maravillas y llevando a su iglesia de gloria en gloria. Él desea que su pueblo cante un cántico nuevo, lleno de gozo y gratitud, experimentando su presencia vivificante. Que cada día sea una oportunidad para renovar la comunión con el Señor, revestirse de su alegría y vivir en la plenitud de su amor eterno.

Miguel Díez es presidente de la ONG Remar en 68 países y fundador de la iglesia Cuerpo de Cristo.

